“Mas yo, con voz de alabanza te ofreceré sacrificios; pagaré lo que prometí. La salvación es de Jehová” Jonas 2:9.
UNA MISIÓN EXITOSA
Después de esa liberación milagrosa, cuando Dios le dio la segunda orden para ir a predicar a Nínive, Jonás obedeció de inmediato. En su proclama, Jonás (3:1-4) usó un lenguaje que recuerda la destrucción de Sodoma y Gomorra por parte de Dios (Génesis 19). Pero, en el hebreo original, la palabra para “destruida” (ver Génesis 19:21, 29; Jonas 3:4), en la proclama de Jonás, también puede significar “convertirse” o “transformarse” (Éxodo 7:17, 20; 1 Samuel 10:6). La predicación que realizó Jonás del mensaje divino no fue en vano.
El mayor logro de la carrera profética de Jonás fue el arrepentimiento de la ciudad. Después de los marineros, los ninivitas fueron el segundo grupo, en este libro, de personas no hebreas que se volvieron a Dios, y todo a causa de la interacción con este imperfecto mensajero de Dios. El resultado fue asombroso. Humillado ante Dios, el pueblo se vistió de saco y cilicio, puso ceniza sobre su cabeza y ayunó. Todas estas eran señales externas de tristeza y arrepentimiento.
Lee Mateo 12:39 al 41 y 2 Crónicas 36:15 al 17. ¿Qué se nos dice aquí acerca de la importancia del arrepentimiento?
El notable cuadro de un fuerte monarca asirio humillándose en ceniza ante Dios era una aguda reprensión a los muchos orgullosos gobernantes de Israel y a su pueblo, quienes rechazaron los llamados proféticos al arrepentimiento. Por causa del énfasis del libro de Jonás sobre la gracia y el perdón de Dios, el pueblo judío lo lee cada año en el punto culminante del Día de la Expiación, que celebra el perdón divino de sus pecados.
“Nuestro Dios es un Dios compasivo. Con longanimidad y tierna misericordia trata con los transgresores de su ley. Y, no obstante, en nuestros días, cuando los hombres y las mujeres tienen tantas oportunidades de familiarizarse con la ley divina como está revelada en la Santa Escritura, el gran Soberano del universo no puede mirar con ninguna satisfacción las malvadas ciudades, donde reina la violencia y el crimen. Si la gente de esas ciudades se arrepintiera, como lo hicieron los habitantes de Nínive, se darían muchos mensajes más como el de Jonás” (Elena de White, AR&SH, 18 de octubre de 1906).