"En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, cada uno de vosotros convidará a su compañero, debajo de su vid y debajo de su higuera" (Zac. 3:10)

La disposición de Dios a perdonar

martes 11 junio, 2013

Lee Zacarías 3. ¿Cómo se pinta el evangelio aquí?

Tal vez con la excepción de Isaías 53, ninguna porción del Antiguo Testamento revela mejor la maravillosa verdad de la salvación por la fe sola como lo hace Zacarías 3. En esta visión, el sumo sacerdote Josué es probado sobre la base de acusaciones presentadas por Satanás. Las acusaciones contra el sumo sacerdote se aplican además a la nación que él representaba. El nombre Josué (también escrito Jeshua, o Jesús) significa “Dios salva” (ver Mat. 1:21).

En la Biblia, estar de pie a la derecha es una posición de defensa y protección. El salmista dice: “A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido” (Sal. 16:8; ver también Sal. 44:3). Aquí el acusador está haciendo lo opuesto (Sal. 109:6). Mientras Josué intercede delante de Dios por su pueblo, Satanás trae acusaciones contra ellos fundadas en su pecaminosidad.

El Señor rechaza las acusaciones, recordando al acusador que en su misericordia ya ha elegido a Josué. Además, su pueblo ya ha sufrido la medida total del castigo divino. Josué y el pueblo remanente fueron arrancados como un tizón del fuego destructor (Amós 4:11) de la larga cautividad en Babilonia.

A la orden del ángel de Jehová, las vestiduras de Josué, que representan los pecados del pueblo, se quitan, y él es limpiado y se le dan vestidos nuevos de salvación y justicia.

Finalmente, se comisiona a Josué a hacer la voluntad de Dios y a caminar en sus sendas, lo que resultará en bendiciones de Dios.

“El sumo sacerdote no puede defenderse a sí mismo ni a su pueblo de las acusaciones de Satanás. [...] En sus andrajos sucios, que simbolizan los pecados del pueblo, que él lleva como su representante, está delante del Ángel, confesando su culpa, aunque señalando su arrepentimiento y humillación y fiando en la misericordia de un Redentor que perdona el pecado. Con fe se aferra a las promesas de Dios” (PR 428). Por supuesto, esas promesas incluyen ser cubiertos por la justicia de Cristo.

Imagínate estar delante de Dios en tus propias “ropas sucias” (NVI). ¿Qué gran esperanza se presenta aquí, y cómo puedes no solo reclamar esa esperanza para ti sino revelar esa esperanza por medio de una vida santa?

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