"Y los salvará en aquel día Jehová su Dios como rebaño de su pueblo; porque como piedras de diadema serán enaltecidos en su tierra" Zac. 9:16
El Rey de Paz
Lee Zacarías 9:9. ¿Cómo se aplica esto a Jesús en el Nuevo Testamento? Ver Mat. 21:9; Mar. 11:9, 10; Luc. 19:38; Juan 12:13-15.
La entrada triunfal de Jesús consistió en que el futuro Rey entrara a Jerusalén cabalgando sobre un asno. En la Biblia, la alegría y los gritos de gozo se asociaban especialmente con la celebración de Dios como Rey (Sal. 47, 96, 98). Este tierno Gobernante traería justicia, salvación y una paz duradera, y su dominio llegaría hasta los fines de la Tierra.
Cuando Jesús entró triunfante sobre un asno en Jerusalén, solo unos días antes de su muerte, un gran número de personas celebró su llegada. Algunos se alegraban esperando que Cristo derrocara el poder de Roma y estableciera el Reino de Dios en Jerusalén. En lugar de permitirse ser el rey de Israel, Jesús murió en la cruz y luego se levantó de su tumba. Sin duda, chasqueó a muchos de sus seguidores, que buscaban a un líder militarista. Lo que ellos querían no era nada en comparación con lo que, en cambio, recibirían por medio de la muerte de Jesús.
“Cristo seguía la costumbre de los judíos en cuanto a una entrada real. El animal en el cual cabalgaba era el que montaban los reyes de Israel, y la profecía había predicho que así vendría el Mesías a su reino. No bien se hubo sentado sobre el pollino, cuando una algazara de triunfo hendió el aire. La multitud lo aclamó como Mesías, como su Rey. Jesús aceptaba ahora el homenaje que nunca antes había permitido que se le rindiera, y los discípulos recibieron esto como una prueba de que se realizarían sus gozosas esperanzas y lo verían establecerse en el trono. La multitud estaba convencida de que la hora de su emancipación estaba cerca” (DTG 524)
Mucho se ha escrito acerca de cómo la multitud, cuando las cosas parecían buenas, estaba entusiasmada con Jesús; cuando las cosas no iban bien, sin embargo, muchos de la misma multitud se alejaron de él (y algunos hasta se volvieron abiertamente contra él). ¿Qué podemos aprender de este incidente acerca del peligro de las falsas expectativas? Reclamas una promesa de curación, por ejemplo, o la victoria sobre un pecado, y no ves los resultados que esperabas. ¿Cómo puedes desarrollar una fe que no falle, aun cuando las cosas no salgan como esperabas o como habías pedido en oración que salieran?