"He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo." Apocalipsis 3:20

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jueves 04 julio, 2013

Compara Apocalipsis 3:20 con Cantares 5:2 al 5. ¿Qué semejanzas en­cuentras en ellos? ¿Qué te revelan estos pasajes acerca del amor de Dios?

La cena en el Oriente Medio era y todavía es sumamente importante. Cuando se terminó el trabajo del día y los hombres regresan de los campos para la cena, la familia entera se reúne alrededor de la mesa. En la mayoría de los casos, la familia extendida vive junta. A menudo las personas que se reúnen para cenar son muchas. Los abuelos, los hermanos y las hermanas, los tíos y las tías, los sobrinos y los primos, los adultos y los niños están presentes. En esta gran reunión después de un duro día de trabajo, se cuentan historias, se comparten experiencias y se dan consejos. Es un tiempo de compañerismo. Es un tiempo de calidez y de in­timidad familiar. Jesús anhela tener ese compañerismo también con nosotros.

¿De qué modo la promesa de Cristo en Apocalipsis 3:21 revela su gran anhelo para cada uno de nosotros?

El Apocalipsis menciona el Trono de Dios 37 veces. Esto sucede más que en cualquier otro libro de la Biblia. En el Trono de Dios, nos unimos con los coros celestiales y alegremente proclamamos: "El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza" (Apoc. 5:12). Él promete que podemos participar en esta gran escena festiva de gozo una vez que la larga tragedia del pecado termine.

Cristo usa su mayor motivación para su pueblo indiferente del tiempo del fin. Su amor ha provisto la eternidad para nosotros. Tenemos sangre real que fluye por nuestras venas. Somos hijos e hijas del Rey del universo. Podemos reinar con él, sentados sobre su Trono para siempre. La mayor motivación para des­pertarnos del sueño espiritual es el amor inagotable de Jesús, porque él anhela pasar toda la eternidad con nosotros. Si eso no es suficiente para sacudirnos del letargo espiritual, ¿qué puede hacerlo? Si eso no es suficiente para llevarnos a arrodillarnos, buscando un reavivamiento, ¿qué puede lograrlo?

Cristo anhela tener compañerismo con nosotros. ¿Cuánto quieres tú estar en compañerismo con él? La respuesta es sencilla. ¿Cuánto tiempo pasas en oración y compañerismo con el Señor? ¿Qué te dice tu respuesta y, tal vez, cuán tibio eres?

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