"He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo." Apocalipsis 3:20

REMEDIO DIVINO

miércoles 3 de julio, 2013

Hay esperanza para Laodicea, así como hay esperanza para todos los que están afligidos con apatía e indiferencia espirituales. Nuestro Señor tiene el remedio divino. El hecho de que Dios hable a su iglesia muestra que existe esperanza para ella, si su pueblo acepta y sigue su consejo.

Reflexiona sobre el consejo de Jesús en Apocalipsis 3:18 y 19. ¿Qué quiere decir Jesús cuando habla de "oro refinado en fuego", de estar ves­tido de "vestiduras blancas" y de tener los ojos ungidos con "colirio"? (Ver también 1 Ped. 1:7; Zac. 3:1-5 ; Apoc. 19:7-9; Efe. 4:30).

"Jesús va de puerta en puerta, parándose frente a cada templo del alma, proclamando: 'Estoy a la puerta, y llamo'. Como un mercader celestial, abre sus tesoros y exclama: 'Compra de mí oro afinado en fuego, para que seas rico; y ropas blancas, para que puedas vestirte, y que no se vea la vergüenza de tu desnudez'. El oro que ofrece no tiene mezcla, es más precioso que el oro de Ofir; porque es la fe y el amor. "La ropa blanca que él invita a que el alma vista es su propio manto de justicia, y el aceite para ungir es el aceite de su gracia, que dará visión espiritual al alma que está enceguecida y en la oscuridad, para que pueda distinguir entre la ope­ración del Espíritu de Dios y la del espíritu del enemigo. Abran las puertas, dice el gran Mercader, el poseedor de riquezas espirituales, y realicen sus compras conmigo. Soy yo, vuestro Redentor, que les aconseja comprar de mí". Elena de White, R&H, agosto 6 de 1894

Elena de White cita Apocalipsis 3:20, diciendo de Jesús: "He aquí, estoy a la puerta y llamo". Jesús llama; él no rompe la puerta y entra a la fuerza. Lo que esto significa, en definitiva, es que no importa lo que Dios esté dispuesto a hacer por nosotros, nosotros tenemos que elegir dejarlo entrar. Pregúntate: "¿Cuánto me re­sisto a abrirle la puerta?" Y, si te resistes, pregúntate: "¿Por qué?" ¿Qué te retiene? ¿Qué pecado, qué indulgencia, que no quieres soltar, o qué es lo que te resulta tan difícil de abandonar?