"Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre vosotros, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra." Hechos 1:8

UNA FE QUE TESTIFICA ES UNA FE CRECIENTE

miércoles 24 de julio, 2013

La actividad es una ley de la vida. Para estar sanos, nuestros cuerpos necesitan ejercicio persistente. Cada órgano, músculo y tejido es fortalecido y vigorizado por medio del ejercicio. Cuando descuidamos el ejercicio, nuestro sistema in­mune queda comprometido, y quedamos más susceptibles a las enfermedades.

Algo parecido nos sucede espiritualmente cuando no ejercitamos nuestra fe por medio de la testificación. Las palabras de Jesús: "más bienaventurado es dar que recibir" (Hech. 20:35), se realizan en nuestras propias vidas espi­rituales. Cuando compartimos la Palabra de Dios con otros, crecemos espiritualmente. Cuanto más amamos a Jesús, tanto más desearemos testificar de ese amor. Cuanto más testificamos de su amor, tanto más lo amaremos. Compartir nuestra fe fortalece nuestra fe.

¿Qué nos enseña el milagro de Jesús de la multiplicación de los panes y los peces acerca de compartir nuestra fe? Juan 6:1-11.

Cuanto más damos de nuestra fe, tanto más se multiplica. Esta ley de la multiplicación es un principio divino de la vida espiritual. Das, y creces; o retienes, y te marchitas. Jesús aumenta nuestra fe cuando la compartimos con otros, aun si nuestra fe es bastante pequeña. Al compartir a Jesús (el Pan de vida) con las personas espiritualmente hambrientas que nos rodean, se multiplica en nuestras manos, y terminamos con más fe que cuando comenzamos.

Cuando Jesús comenzó, tenía cinco panes y dos peces. Después de que cinco mil personas estuvieron completamente satisfechas con su comida ese día, le quedó a Jesús más que cuando comenzó. Sobraron doce cestas. Las instrucciones de Jesús a su iglesia del Nuevo Testamento son demasiado claras para comprenderlas mal. Declaró: "De gracia recibisteis, dad de gracia" (Mat. 10:8). La testificación es la suave brisa que aviva las chispas del reavivamiento hasta que sean llamas pentecostales. Cuando la testificación y el servicio no acompañan a un reavivamiento de la oración y el estudio de la Biblia, las llamas del reavivamiento se extinguen, y las brasas pronto se enfrían.

Es cierto. Cuanto más testificamos, tanto más crece nuestra fe. ¿Cuál ha sido tu experiencia con esta verdad espiritual vital?