“Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Rom. 5:10).
DEL RENCOR A LA RESTAURACIÓN
Lee Mateo 18:15 al 17. ¿Qué tres pasos nos presenta Jesús para que resolvamos conflictos cuando otro miembro de la iglesia nos hace daño? ¿Cómo hemos de aplicar estas palabras en nuestras situaciones actuales?
El deseo de Jesús, en Mateo 18, es resolver el conflicto con un grupo tan pequeño como sea posible. Su intención es que las dos personas involucradas resuelvan ellas mismas su problema. Por esto, Jesús declara: “Si tu hermano peca contra ti, ve y repréndelo estando tú y él solos” (Mat. 18:15). Al ampliar el número de personas involucradas en el conflicto, se crea más contienda. La gente toma posiciones, y se definen las líneas de batalla. Pero, si los cristianos procuran resolver sus diferencias en forma privada, con un espíritu de amor y comprensión mutuos, se crea un clima de reconciliación. El Espíritu Santo obra en ellos mismos mientras procuran resolver sus diferencias.
Hay ocasiones cuando las apelaciones personales para resolver el conflicto son ineficaces. En estos casos, Jesús nos invita a tomar a una o dos personas con nosotros. Este segundo paso debe seguir siempre al primero. El propósito es que las dos personas se unan en vez de separarse más. El ofendido lleva a dos personas que van con amor cristiano, como consejeros y compañeros de oración, para reunir a las dos personas separadas.
A veces, todos los intentos de resolver el problema no sirven. En este caso, Jesús nos instruye que llevemos el problema ante la iglesia. No dice que se interrumpa la reunión del sábado de mañana por un conflicto personal. El lugar apropiado para plantear el problema, si los dos primeros pasos no tuvieron éxito, es la Junta Directiva de la iglesia. Otra vez, el propósito de Cristo es la reconciliación. No es echar la culpa a una parte y exonerar a la otra.
“No permitáis que el resentimiento madure hasta convertirse en malignidad. No dejéis que la herida se infecte y reviente en palabras envenenadas, que contaminarán las mentes de aquellos que las oigan. No permitáis que pensamientos de amargura continúen llenando su mente y la vuestra. Id a vuestro hermano, y habladle del asunto con humildad y sinceridad” OE 516