“Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca”. Santiago 5:7 y 8

TERMINA LA GRAN CONTROVERSIA

jueves 26 de septiembre, 2013

Todo el Apocalipsis puede resumirse en pocas palabras: Jesús gana, Satanás pierde.

Lee Apocalipsis 12:17; 17:13 y 14; 19:11 al 16. ¿Cuál es el mensaje central de estos textos?

Aquí hay buenas noticias: el mismo Jesús que derrotó a Satanás en la cruz volverá otra vez y triunfará sobre los poderes del infierno, y pondrá fin definitivamente al mal (Apoc. 19:19-21; Eze. 28:18, 19). El mal no tendrá la última palabra; ni la pobreza y la pestilencia, ni la enfermedad y el sufrimiento tendrán la última palabra. Ni el caos, ni el crimen, ni la enfermedad o la muerte. En cambio, Dios tendrá la última palabra.

Hasta entonces, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están haciendo todo lo posible para alcanzar a cada persona. El corazón de Dios se duele por el mundo perdido. Pronto su pueblo revelará a todo el mundo, tanto con el testimonio de sus palabras como con el de sus obras, la maravillosa gracia y verdad de Jesús.

Por supuesto, Satanás hará lo posible para oponerse a este testimonio. La crisis final vendrá sobre el mundo. Jesús derramará su Espíritu con el poder de la lluvia tardía, y la obra de Dios sobre la tierra se terminará.

“Vendrán siervos de Dios con semblantes iluminados y resplandecientes de santa consagración, y se apresurarán de lugar en lugar para proclamar el mensaje celestial. Miles de voces predicarán el mensaje por toda la tierra. Se realizarán milagros, los enfermos sanarán, y signos y prodigios seguirán a los creyentes”.

CS 670

La obra de Dios sobre la tierra se terminará. Jesús vendrá. Todo el cielo y la tierra se alegrarán. No hay prioridad mayor en nuestra vida que experimentar un reavivamiento de la gracia de Dios diariamente, e invitar a su Santo Espíritu a que nos haga a su imagen (1 Juan 3:1-3).

Nuestro mundo se está desmoronando. ¿Hay algo que importe más que el abrir nuestro corazón a Jesús, y suplicar el reavivamiento y la reforma tan necesarios, no solo por cada uno individualmente sino también por la iglesia como un todo? ¿Qué sucedería si nuestro corazón estuviera totalmente entregado a él y completamente consagrado a esparcir este mensaje al mundo?