“Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca”. Santiago 5:7 y 8
REQUISITOS PARA LA LLUVIA TARDÍA
¿Qué preparación es necesaria para recibir el poder del Espíritu Santo? Hechos 1:14; Zacarías 10:1; Hechos 3:18 al 20; 4:31; Salmos 119:25; Juan 6:63.
Las Escrituras nos invitan a pedir a Dios el Espíritu Santo (Luc. 11:13). Los discípulos creyeron en la promesa de Cristo, esperaron en unidad y oraron por el derramamiento del Espíritu Santo (Hech. 1:8 y 14). Tenemos que pedir el Espíritu Santo, no porque él no esté dispuesto a dárnoslo, sino porque no estamos preparados para recibirlo. Al pedirlo, Dios nos lleva a un arrepentimiento profundo. Orar en grupos pequeños con otros feligreses nos lleva a un vínculo más cercano de unidad y compañerismo. Tanto la oración como el estudio de la Biblia nos preparan para ser sensibles al ministerio del Espíritu en nuestra vida.
¿Cuál es el resultado natural de la renovación espiritual en nuestra vida? ¿A dónde conduce todo reavivamiento y reforma espirituales? Salmos 51:10 al 13; Hechos 4:13 y 20; 5:33; 8:4.
Todo reavivamiento espiritual y reforma genuinos conducen a una pasión por testificar. Cuando apreciemos en profundidad lo que Jesús hizo por nosotros, como Pedro y Juan, diremos: “No podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hech. 4:20). El Espíritu Santo en Pentecostés dio poder a los discípulos para testificar con efectividad. Su testimonio fue tan poderoso que una turba rebelde en Tesalónica gritó: “Estos que trastornan el mundo entero también han venido aquí” (Hech. 17:6).
Así como el derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés capacitó a los discípulos para ser testigos a su generación, la lluvia tardía dará poder a la iglesia de Dios para alcanzar al mundo en la generación final. Se necesitará el poder de la lluvia tardía para completar la misión de Dios sobre la Tierra, y Dios no ofrece nada menos. El don más precioso del Cielo se ofrece para realizar la tarea más urgente e importante de la iglesia.
Los primeros discípulos “trastornaron” el mundo con su predicación y su testimonio. ¿Por qué no se dice esto de nosotros?