“Tú oirás en los cielos, en el lugar de tu morada, su oración y su súplica, y les harás justicia”

1 Reyes 8:49

LA ADORACIÓN EN EL CIELO

martes 1 de octubre, 2013

Lee Apocalipsis 4 y 5. ¿Qué nos enseñan estos dos capítulos acerca de la morada celestial de Dios? ¿De qué manera se revela también el plan de salvación en estos textos?

La visión de la sala celestial del Trono es una visión del Santuario celestial. Esto se hace evidente por el lenguaje que se refiere al sistema religioso hebreo. Por ejemplo, las palabras para puerta y trompeta, en Apocalipsis 4:1, aparecen a menudo en la Septuaginta (una antigua versión griega del Antiguo Testamento) con referencia al Santuario. Las tres piedras en Apocalipsis 4:3 son parte del pectoral del sumo sacerdote. Los siete candeleros nos recuerdan el candelabro del Templo de Salomón. Los 24 ancianos nos recuerdan las 24 divisiones de los sacerdotes para el servicio del Santuario a lo largo del año, y sus ofrendas de oraciones en los cálices de oro de "incienso" (Sal. 141:2). Todos estos versículos apuntan al culto de adoración en el Antiguo Testamento, que se centraba en el Santuario terrenal.

 

Finalmente, el cordero inmolado de Apocalipsis 5 señala, por supuesto, la muerte expiatoria de Cristo. Cristo, el Cordero, es el único Mediador de la sal­vación divina, y es tenido por digno por causa de su triunfo (Apoc. 5:5), de su sacrificio (Apoc. 5:9, 12) y de su divinidad (Apoc. 5:13).

 

"Cristo tomó sobre sí mismo la humanidad, y entregó su vida en sacrificio, para que el hombre, al llegar a ser participante de la naturaleza divina, tuviera vida eterna" MS 3:159

Lo que vemos en estos dos capítulos, centrados alrededor del Trono de Dios, es una descripción de la obra de Dios para la salvación de la humanidad. Además, podemos ver que esta obra se ha desarrollado delante de los otros seres inteligentes en el cielo, un tema clave en el motivo de la gran controversia.

Piensa acerca de lo que significa que Cristo, como Dios mismo, haya tomado nuestra humanidad y haya muerto como nuestro Sustituto; es decir, que sobre él hayan recaído todos los males que hemos hecho y por los cuales debíamos ser castigados. ¿Por qué esta verdad debería motivar todo lo que hacemos?