“¿Qué Dios como tú, que perdonas la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados”
Miqueas 7:18 y 19
EN EL DÍA DE EXPIACIÓN
“De este modo, en el servicio del tabernáculo, y en el del templo, que posteriormente ocupó su lugar, se enseñaban diariamente al pueblo las grandes verdades relativas a la muerte y al ministerio de Cristo, y una vez al año sus pensamientos eran llevados hacia los acontecimientos finales de la gran controversia entre Cristo y Satanás, y hacia la purificación final del universo, que lo limpiará del pecado y de los pecadores”
PP 372
Lee Levítico 16:29 al 31 y 23:27 al 32. ¿Qué esperaba Dios que hicieran los israelitas en Yom Kippur? ¿Cómo se aplican estos principios hoy a nosotros, que vivimos en lo que ha dado en llamarse el “Día de Expiación antitípico”?
Si alguien en el antiguo Israel no seguía estas instrucciones, había de ser cortado y destruido (Lev. 23:29, 30). El Día de Expiación era nada menos que vida y muerte. Exigía la total lealtad de los creyentes a Dios.
Imagínate que alguien hubiera confesado sus pecados en la primera fase de la expiación durante el año; es decir, los sacrificios diarios, pero que luego no tomara en serio el Día de Expiación. Por esta negligencia tal persona mostraba ser desleal a Dios.
Lo que esto significa es que la persona que profesa fe en Dios todavía puede perder la salvación. Como adventistas del séptimo día, no creemos en la idea de que “una vez salvo, siempre salvo”, porque la Biblia no enseña esto. Estamos seguros en Cristo tanto tiempo como vivamos por fe y nos entreguemos a él, reclamando su poder para obtener la victoria cuando somos tentados y su perdón cuando caemos.
Lee Mateo 18:23 al 35. ¿Qué lecciones deberíamos obtener de esta poderosa parábola?