“Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el Santuario será purificado”

Daniel 8:14

ATAQUE DEL CUERNO PEQUEÑO

domingo 01 diciembre, 2013

Lee Daniel 8, concentrándote en los versículos 9 al 14, 23 al 25. ¿Qué ataca el poder del cuerno pequeño?

El poder del cuerno interfiere con la adoración del “Príncipe de los ejércitos” (vers. 11, comparar con Jos. 5:13-15). El cuerno quita “el continuo (sacrificio)” (Dan. 8:11, 12) En hebreo, tamíd, que se refiere vez tras vez al sacrificio diario en los servicios del Santuario terrenal. Siendo que el agente del tamíd en el Santuario es un sacerdote o el sumo sacerdote, el cuerno procura usurpar el rol del sumo sacerdote, ordena a su propio “ejército” falsificado y quita “el continuo”. Dado el contexto profético (durante el tiempo de la Roma papal), el ataque lo recibe el ministerio sumosacerdotal de Cristo.

El poder del cuerno usurpa las responsabilidades del Sacerdote celestial e interrumpe la adoración continua de Dios sobre la tierra. Actúa como otro “capitán de los ejércitos”, en una guerra religiosa contra el Príncipe celestial, su Santuario y su pueblo. Llega a ser un instrumento terrenal de Satanás, y “se fortalecerá, mas no con fortaleza propia” (Dan. 8:24). Es una guerra cósmica que se pelea en dos niveles, el terrenal y el celestial.

El cuerno pequeño sigue al carnero (Persia) y al macho cabrío (Grecia); por lo tanto, se identifica históricamente con Roma, que actuó después de Persia (Dan. 8:20) y de Grecia (Dan. 8:21). Aunque el cuerno pequeño comenzó como la Roma imperial, el mayor énfasis es sobre la Roma papal, el centro principal de la visión.

Ya se indicó que el “continuo”, o “diario” (tamíd), se refiere a la mediación sacerdotal continua de Cristo en el Santuario celestial (Heb. 7:25; 8:1 y 2). Que el cuerno quite el continuo sacrificio representa la introducción de innovaciones papales, como un sacerdocio mediador, el sacrificio de la misa, el confesonario y la adoración de María, por los cuales quitó con éxito el conocimiento del ministerio continuo de Cristo en el Santuario celestial y la dependencia de él.

Ninguno de nosotros es inmune al peligro de tratar de jugar a ser Dios. ¿Cómo podrías tú, sutilmente, estar haciendo lo mismo?

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