“También oí a otro, que desde el altar decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos”

Apocalipsis 16:7

LA VINDICACIÓN EN EL JUICIO

miércoles 18 de diciembre, 2013

La Escritura muestra que los juicios de Dios son buenas noticias para quienes creemos y confiamos en él, y somos leales a él, aunque “no podemos contestar las acusaciones de Satanás contra nosotros” (TI 5:446). Sin embargo, el juicio no es solo para nosotros, sino también para vindicar a Dios ante el universo.

¿Cómo se presenta el carácter de Dios en los siguientes textos acerca del juicio? Salmo 96:10 y 13; 2 Timoteo 4:8; Apocalipsis 16:5 y 7; 19:2.

Sus juicios revelarán el carácter de Dios. Lo que Abraham ya había comprendido será manifestado a toda la humanidad: “El juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” (Gén. 18:25). La investigación con los libros abiertos confirma que los ángeles (en el juicio anterior al advenimiento), y los justos (en el juicio durante el milenio) pueden estar seguros de que Dios es justo y que ha sido misericordioso en cada caso.

Lee Filipenses 2:5 al 11. ¿Qué evento asombroso describen estos versículos?

Los versículos 8 al 11 predicen la exaltación de Cristo. Las dos acciones expresan la misma idea. Jesús es Señor, y toda la creación lo reconocerá así. Primero, “toda rodilla” se doblará (vers. 10). El doblar la rodilla es reconocer la autoridad de una persona. Aquí se refiere a rendir homenaje a Cristo, reconociendo su soberanía. El homenaje es universal. “En los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra” abarca a todo ser viviente: los seres sobrenaturales en el cielo, los que viven sobre la tierra y los muertos resucitados. Los que le rinden homenaje no son solo los salvos, incluso los perdidos reconocerán su señorío.

La segunda acción es que “toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor” (vers. 11). Al final, todos aceptarán la justicia de Dios al exaltar a Cristo como Señor. Toda la creación reconocerá el carácter de Dios como justo y fiel, lo que fue el centro de la gran controversia. Aún Satanás, el archienemigo de Cristo, reconocerá la justicia de Dios y se inclinará ante la supremacía de Cristo (ver Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 729-731).