“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”

Juan 17:20 y 21

El discipulado y la oración

sábado 11 enero, 2014

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Daniel 9:2 al 19; Mateo 14:22 y 23; 26:36; Juan 17:6 al 26; Hebreos 2:17; 1 Pedro 4:7.

SEA LO QUE FUERE QUE HAGAMOS en la obra por las almas, cualquiera que sea el programa evangelizador que preparemos, hemos de orar fervientemente por aquellos que procuramos alcanzar. Esto es el centro de lo que significa ser un cristiano; más aun, un hacedor de discípulos. ¡Qué cambios poderosos pueden ocurrir si la oración ferviente y constante está en el centro de nuestra metodología al procurar hacer y retener discípulos!

“Que los obreros se aferren de las promesas de Dios, diciendo: ‘Tú has prometido, “pedid, y recibiréis”. Debo convertir a esta alma a Jesucristo’. Pedid oración por las almas por quienes trabajáis; presentadlas delante de la iglesia como objetivos por los cuales suplicar. [...] Elegid diariamente otra y aun otra alma, buscando dirección de Dios, colocando todo delante de él en oración ferviente y obrando en sabiduría divina”

MM 323, 324

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