“Y se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó; de manera que la multitud se maravillaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos sanados, a los cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel”

Mateo 15:30 y 31

SANAR LA MENTE Y EL CUERPO

martes 28 de enero, 2014

Mediante la curación física y la restauración mental, Jesús hacía discípulos. A menudo, los oyentes de Cristo sufrían enfermedades mentales y físicas, pero la restauración física, por sí sola, nunca fue su objetivo final. La meta última siempre era el discipulado. La curación podía añadir veinte, cincuenta o más años de buena calidad; el discipulado ofrecía vida eterna con Cristo.

En Lucas 8:26 al 39, el hombre poseído por demonios en Gadara pidió acompañar a Jesús. Pero Cristo lo comisionó para que evangelizara a su familia y a sus conciudadanos. Habiendo sido liberado en forma milagrosa, era un testigo poderoso a favor de Jesús.

Estudia Mateo 6:19 al 34; 1 Pedro 5:7; 2 Corintios 4:7 al 10; Filipenses 4:4 al 9; y 1 Juan 3:20 al 22. ¿Cómo podrían los principios que enseñan estos versículos aliviar la ansiedad, la culpa y la vergüenza que son la base de muchas enfermedades mentales?

La enfermedad física a veces es producida por estímulos mentales. La relación entre la mente y el cuerpo está bien establecida en la ciencia. La ansiedad predispone a ciertos problemas del estómago. La preocupación causa desórdenes del sueño. La ira no controlada es uno de los factores de enfermedades del corazón. Al enseñar a la gente los principios de la salud mental, debería destacarse la importancia de confiar en Dios, lo que conduce a un compromiso espiritual personal y a un discipulado pleno.

“Cada día trae sus aflicciones, sus cuidados y perplejidades; y cuando los encontramos, ¡cuán prontos estamos para hablar de ellos! Intervienen tantas preocupaciones prestadas, se abrigan tantos temores, se expresa tal peso de ansiedades que cualquiera podría suponer que no tenemos un Salvador compasivo y misericordioso, dispuesto a oír todas nuestras peticiones y a ser nuestro protector constante en cada hora de necesidad”

CC 123

Aunque un caminar íntimo con Dios no es garantía de buena salud, no hay dudas de que la paz mental que proviene de conocer a Dios produce un impacto positivo aun en lo físico. ¿De qué modos prácticos podemos aplicar estos principios de salud, en especial si somos propensos a preocuparnos?