“Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”
1 Timoteo 6:10
RICOS E INFAMES
La respetabilidad no siempre acompaña la riqueza. Aunque muchos obtienen su riqueza honradamente por medio del trabajo duro, la diligencia y las bendiciones de Dios, otros son simplemente estafadores. Peor aún, algunos obtienen su dinero en forma legal pero inmoral, pues no todo lo inmoral es ilegal, como todos muy bien sabemos.
Compara Mateo 9:10 al 13 con Lucas 5:27 al 32, y 19:1 al 10. ¿Qué motivó la crítica que afrontó Jesús? ¿Qué nos enseña acerca de la gracia su reacción a la crítica?
Jericó, la ciudad donde vivía Zaqueo, había llegado a ser un centro comercial importante y en ella había un palacio herodiano. A causa de su ubicación geográfica, mantenía una estación de aduanas. Zaqueo pudo haberse enriquecido fácilmente en forma legal como jefe regional de aduanas. Sin embargo, la narración sugiere que la codicia lo indujo a sobrepasar los límites legales. Los patriotas zelotes despreciaban a los recolectores honrados de aduanas, viéndolos como herramientas de sus opresores romanos, pero desdeñaban grandemente a los que eran deshonestos como Zaqueo. Mateo (Leví) ocupaba un cargo similar en Capernaúm, bajo Herodes Antipas. Habiendo esencialmente asumido el lugar de agentes del Gobierno romano, se los consideraba traidores o, peor aún, ladrones traidores.
No obstante, Cristo no se acobardó. Desafiando las restricciones sociales, Jesús comió con ellos, trayendo sobre sí intensas críticas de sacerdotes y personas del pueblo por igual. Y, por la interacción de Jesús con ellos, estos hombres despreciados finalmente fueron ganados para el evangelio. Mateo no solo llegó a ser uno de los doce discípulos, sino también un escritor del Nuevo Testamento.
Otra vez, debemos ser cuidadosos en cuanto a la clase de juicios espirituales que emitimos acerca de la gente. Aunque no todos los pecados son de la misma magnitud, y algunos son socialmente peores que otros (y con buena razón), todos nosotros somos iguales ante Dios ya que todos necesitamos la justicia de Cristo.
Piensa en algunas personas bien conocidas pero despreciadas (y tal vez es comprensible que lo sean) en tu cultura. Imagínate cómo sería si tuvieras la ocasión de testificar a esa persona. ¿Querrías hacerlo? ¿Qué dirías?