“Porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos”
Isaias 56:7
¡AY DE TI!
Lee Mateo 11:2 al 4; Lucas 4:25 al 30 y 17:11 al 19; y Juan 10:16. ¿Qué mensaje vital muestran estos textos? ¿Cómo podemos tomar lo que está escrito aquí y aplicarlo a nosotros mismos, en nuestro propio tiempo y contexto? ¿Qué principio se revela aquí que debemos tomar en cuenta?
Cristo quería que el pueblo, que tenía tantas ventajas, despertara a lo que era su verdadero llamamiento y propósito como su pueblo. Quería que vieran que esa salvación, aun para la nación elegida, no era algo que tenía por nacimiento. No lo pasaban los genes o la primogenitura. Era algo que debía aceptarse en forma consciente, una elección que incluso los que no eran de Israel podían hacer, y lo hicieron.
Los entrenadores atléticos a veces desafían a sus atletas al compararlos con escuelas u organizaciones competidoras. “Si practicas fielmente, con energía e intensamente como ellos lo hacen, tendrás éxito”. La motivación obvia del entrenador es inspirar, desarrollar un deseo y no reducirlo.
Del mismo modo, Jesús quería que su propio pueblo compartiera la plenitud de la salvación como algunos pueblos no judíos ya lo estaban haciendo. Sin duda sus palabras habrán escandalizado a algunos, porque él predicaba algo que no querían oír, por más que ellos ya deberían haber conocido y comprendido esas verdades.
Algunas personas podrían realmente contar con muchas ventajas espirituales que otros no tienen, pero aquellos que las poseen deben darse cuenta de que, sea lo que fuere que hayan recibido, todo es un don de Dios para ser usado para la gloria de él y no para la propia.
Y ¿qué sucede con nosotros? ¿Qué sucede con todas esas ventajas que Dios nos dio, como pueblo? ¿Por qué es importante, primero, reconocer esas ventajas; y luego, humildemente, darnos cuenta de las responsabilidades que traen aparejadas?