“Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación”

2 Corintios 1:7

RESPUESTA DISCIPLINADA

martes 25 de marzo, 2014

Analiza los siguientes pasajes: Lucas 14:31 al 33; 1 Corintios 9:24 al 27; Hebreos 12:1 al 4; 2 Pedro 1:5 al 11. ¿Qué nos enseñan estos textos acerca de la vida de un discípulo? ¿Cómo has experimentado tú mismo la realidad de lo que la Biblia nos dice aquí?

El costo del discipulado incluye la disciplina. Cada impulso, cada imaginación, cada ambición y cada deseo deben ser sometidos a Cristo. Cada posesión, física o inmaterial, cada talento y habilidad, y todo lo de valor deben estar bajo el comando de Cristo. Lo que no le rendimos a él puede llegar a ser un ídolo; inevitablemente lo será, con la posibilidad de desviarnos.

De hecho, Cristo nos ofrece el poder de vencer nuestros defectos de carácter. Cada apetito, cada emoción y cada inclinación intelectual pueden estar bajo la conducción de su Espíritu.

Nota el ejemplo del atletismo que Pablo usó en algunos de los textos de hoy. Ningún atleta trata de correr más lentamente, saltar a menor altura o arrojar algo a menor distancia. Ningún creyente debería tampoco mirar atrás, especialmente cuando aquello que está en juego en la “carrera” es algo eterno, a diferencia de cualquier premio que un corredor terrestre pudiera ganar como resultado de su esfuerzo y entrenamiento diligentes.

“Los corredores renunciaban a toda complacencia que tendiese a debilitar las facultades físicas y, mediante una disciplina estricta y permanente, desarrollaban la fuerza y la resistencia de los músculos para que, cuando llegase el día del torneo, pudieran exigir al máximo sus facultades. ¡Cuánto más importante es que el cristiano, cuyos intereses eternos están en juego, sujete sus apetitos y pasiones a la razón y a la voluntad de Dios! Nunca debe permitir que las diversiones, los lujos o la comodidad distraigan su atención. Todos sus hábitos y pasiones deben estar sometidos a la más estricta disciplina. La razón, iluminada por las enseñanzas de la Palabra de Dios y guiada por su Espíritu, debe manejar las riendas”

HAp 256, 257.