“Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres”

Mateo 15:8 y 9

JUSTICIA EXCESIVA (Mat. 5:20)

jueves 17 abril, 2014

Lee Mateo 5:17 al 20. En el contexto de esta lección, ¿cuáles son algunas de las formas en que se puede entender la amonestación de Jesús en Mateo 5:20? (Ver también Rom. 10:3.)

Si leemos aisladamente Mateo 5:20, se lo podría ver como una invitación a ser más fariseos que los fariseos mismos; es decir, haz lo que ellos hacen, solo que algo más.

Pero ¿es esto lo que dice Jesús? Afortunadamente, la respuesta a esta pregunta está a nuestro alcance. La lección de ayer señaló que no era raro que los escribas y los fariseos elevaran leyes tradicionales por sobre la Ley de Dios. Jesús tuvo que decirles que, en realidad, sus actos invalidaban la clara Palabra de Dios. La sección del lunes también menciona que, aunque los escribas y los fariseos tenían algunas buenas enseñanzas, muchos de ellos vivían como hipócritas.

Dado este trasfondo, no es difícil ver el verdadero sentimiento detrás de la declaración de Jesús. Él podría muy bien haberse referido a lo que en otra parte había advertido: “Cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos” (Mat. 5:19). Los fariseos estaban tan concentrados en las leyes de origen humano que quebrantaban en forma flagrante la Ley de Dios. Su justicia estaba basada en sus propios esfuerzos y, como tal, era defectuosa. Isaías había declarado mucho antes que la justicia humana son trapos inmundos (Isa. 64:6).

La justicia que Jesús promueve es la que surge del corazón. En el incidente del lavado de manos, Jesús señaló el error de los fariseos, al citar Isaías 29:13: “Porque este pueblo [...] con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí”. La justicia que Dios busca llega más profundo que las acciones visibles.

Jesús pide una justicia que exceda la que los fariseos pensaban que poseían.

La justicia que vale no se obtiene por palomear una lista de tareas; puede obtenerse solo por fe en Jesucristo y por reclamar su justicia para nosotros mismos. Es una justicia que proviene de una entrega completa del yo y de una percepción apasionada de que necesitamos a Jesús como nuestro Sustituto y Ejemplo.

Lee Romanos 10:3. ¿De qué modo nos ayuda este texto a ver de qué trata la verdadera justicia?

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