“Por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna”
Hebreos 9:15
El pacto y el evangelio (Heb. 9:15-22)
Hubo graves consecuencias por violar ciertos pactos bíblicos. Jehová advirtió a Abraham que cualquier varón que no se circuncidara sería cortado de entre los elegidos (Gén. 17:14), y una lista de maldiciones se dirigía hacia los que rehusaban cumplir los términos del Pacto del Sinaí (Deut. 27:11-26). En última instancia, los que violaban los términos del Pacto serían castigados con la muerte (Eze. 18:4). Lo mismo es cierto para el Nuevo Pacto: a los que rehúsan guardar la Ley de Dios se les niega también el acceso a la vida eterna (Rom. 6:23).
Lee Hebreos 9:15 al 28. ¿De qué manera se revela el evangelio en estos versículos?
Hebreos 9:15 al 28 repite la historia del evangelio cuando proclama la parte que Cristo desempeña en asegurar las promesas para los creyentes. El versículo 15 señala que Jesús actúa como el “mediador” del Nuevo Pacto y, por medio de su muerte, ofrece vida eterna a quienes de otro modo afrontarían la destrucción eterna.
En los versículos 16 y 17, algunas traducciones bíblicas pasan de analizar el “pacto” a introducir el término “testamento” en su lugar, aun cuando se usa la misma palabra griega. Esto trae toda la idea de la muerte, la muerte de Jesús por nosotros. Cuando lo vemos en ese contexto, el pasaje recuerda al creyente que, sin Cristo, el Pacto demanda la muerte de cada pecador. Sin embargo, el pecador puede ser cubierto y luego limpiado por la sangre de Cristo derramada y, de este modo, estar entre los que “le esperan” (Heb. 9:28).
“Entonces conocemos que nuestra propia justicia es en verdad como andrajos inmundos, y que solamente la sangre de Cristo puede limpiarnos de las manchas del pecado y renovar nuestro corazón a su semejanza” (CC 27)
Dios mismo, en la persona de Jesús, cargó sobre sí el castigo por nuestros pecados para evitarnos ese mismo castigo, que merecemos. ¿Qué nos dice esto acerca del carácter de Dios, y de por qué podemos confiar en él, sin importar nuestras circunstancias?