“Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi Ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo”
Jeremías 31:33
CIUDADANOS DEL REINO
En muchos países, los que van allí desde otras tierras, deben renunciar a la lealtad a su país de nacimiento si quieren ser ciudadanos en esa nueva nación. Sin embargo, algunos países permiten que una persona tenga una doble ciudadanía; es decir, pueden ser leales a ambos países.
No hay tal cosa como doble nacionalidad en la gran controversia. Estamos de un lado o del otro. El reino del mal ha estado batallando contra el reino de justicia durante milenios, y es imposible que una persona sea fiel a ambos al mismo tiempo. Todos tenemos que elegir a qué reino queremos ser fieles.
Lee 1 Pedro 2:11; Hebreos 11:13; Efesios 2:12; Colosenses 1:13; Deuteronomio 30:19; y Mateo 6:24. ¿Qué nos enseñan estos textos acerca de la imposibilidad de una “doble ciudadanía” en la gran controversia entre Cristo y Satanás? ¿De qué modo la Ley desempeña su función de mostrarnos dónde reside verdaderamente nuestra ciudadanía?
Una vez que las personas deciden seguir a Cristo, han elegido dar la espalda al reino del diablo. Ahora son parte de otra comunidad, la del Señor Jesucristo; como resultado, obedecen sus reglas, su Ley, sus mandamientos, y no los del diablo. La obediencia de la persona, sin embargo, no es apreciada universalmente: el diablo por cierto, no la aprecia, porque está ansioso de recuperar a esa persona; y tampoco la aprecian otros que desconfían de “los peregrinos y extranjeros” que están entre ellos. A pesar de estos obstáculos, Dios tiene un pueblo que es leal a él, no al “príncipe de este mundo” (Juan 12:31).
Muy a menudo, los extranjeros se destacan en otro país porque son diferentes. ¿De qué manera también nosotros, adventistas del séptimo día, al ser “extranjeros y peregrinos” aquí, debemos destacarnos? ¿O no deberíamos destacarnos?