“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él”

1 Juan 3:1

El cuidado compasivo de nuestro Padre celestial

miércoles 02 julio, 2014

Es importante que sepamos que alguien se interesa por nosotros. Aunque algunas personas puedan parecer indiferentes y negligentes respecto de nosotros, Jesús enseñó que nuestro Padre celestial está siempre atento para atender nuestras necesidades por todos los medios posibles. Su misericordia y su ternura no están sujetas a los altibajos tan comunes de los temperamentos humanos; su amor es constante e invariable, sin importar las circunstancias.

Lee Mateo 6:25 al 34. ¿Qué palabras animadoras hay en estos textos? ¿De qué modo podemos aprender a confiar más en Dios, tal como se revela en estos versículos?

“No hay en nuestra experiencia ningún capítulo demasiado oscuro que él no pueda leer; ni perplejidad tan grande que él no pueda desenredar. Ninguna calamidad puede acaecer al más pequeño de sus hijos, ninguna ansiedad puede asaltar a la persona, ningún gozo alegrar, ninguna oración sincera escapar de los labios, sin que el Padre celestial esté al tanto de ello, sin que tome en ello un interés inmediato. Él ‘sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas’ (Sal. 147:3). Las relaciones entre Dios y cada ser humano son tan claras y plenas como si no hubiese otra persona sobre la Tierra a quien brindar su cuidado, otro ser por el cual hubiera dado a su Hijo amado”

CC, p. 100

En medio de todas estas palabras animadoras, no podemos ignorar el hecho de que la tragedia y el sufrimiento nos golpean. Aun en los animadores textos que acabamos de leer, Jesús dijo que “basta a cada día su propio mal” (Mat. 6:34), dando a entender que no todo nos irá bien. Tenemos que vivir con el mal y sus tristes consecuencias. No obstante, incluso en este entorno, se nos asegura el amor del Padre celestial por nosotros, un amor que se nos revela de muchas formas y, por encima de todo, en la Cruz. Cuán crucial es, entonces, que constantemente tengamos presentes los dones y las bendiciones de nuestro Padre celestial; de otra manera, podríamos desanimarnos fácilmente cuando nos golpea el mal, cosa que ocurre inevitablemente.

¿De qué modo, en un momento de crisis, fuiste capaz de ver la realidad del amor de Dios por ti? ¿Qué aprendiste de esa experiencia que podrías compartir con alguien que quizás está pasando por un momento difícil y, en medio de sus luchas, cuestiona la realidad del amor de Dios?

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