“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él”

1 Juan 3:1

Para estudiar y meditar

viernes 4 de julio, 2014
Lee “Un Dios personal”, Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 275-292.
 
     “Para fortalecer nuestra confianza en Dios, Cristo nos enseña a dirigirnos a él con un nuevo nombre, un nombre entretejido con las asociaciones más caras del corazón humano. Nos concede el privilegio de llamar al Dios infinito
nuestro Padre. Este nombre, pronunciado cuando le hablamos a él y cuando hablamos de él, es una señal de nuestro amor y confianza hacia él, y una prenda de la forma en que él nos considera y se relaciona con nosotros. Pronunciado
cuando pedimos un favor o una bendición, es una música para sus oídos. A fin de que no consideráramos una presunción el llamarlo por este nombre, lo repitió en renovadas ocasiones. El desea que lleguemos a familiarizarnos con este apelativo.
     “Dios nos considera sus hijos. Nos ha redimido del mundo abandonado, y nos ha escogido para que lleguemos a ser miembros de la familia real, hijos e hijas del Rey del cielo. Nos invita a confiar en él con una confianza más profunda y más fuerte que aquella que un hijo deposita en un padre terrenal. Los padres aman a sus hijos, pero el amor de Dios es más grande, más amplio, más profundo de lo que al amor humano le es posible ser. Es inconmensurable” (PVGM, p. 107, 108).
     “Nuestro Padre celestial ha expresado su amor por nosotros individualmente en la cruz del Calvario. El Padre nos ama, él está lleno de compasión y tierna misericordia” (ST, 30 de septiembre de 1889).
 
Preguntas pa ra dialogar:
1. Si alguien te dice que tiene dificultades para amar a Dios y confiar en él como su Padre celestial debido a que tuvo malas experiencias con
su padre terrenal, ¿cómo podrías ayudar a que ame a Dios y confíe en él?
2. Sabemos que Dios nos ama. ¿Por qué, entonces, hay sufrimiento?
3. Como clase, repasen las respuestas que dieron a la pregunta final del jueves.
4. Piensa en el tamaño extraordinario del universo. Reflexiona en el hecho de que aquel que lo creó, Jesús, fue el mismo que murió por nosotros en la cruz. ¿De qué manera podemos abarcar con nuestra mente esta verdad tan alentadora? ¿De qué forma podemos aprender a gozarnos, día tras día, en esta revelación del inmensurable amor de Dios?