“Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”
Marcos 10:45.
El Hijo del Hombre
Este título, “el Hijo del Hombre”, era el nombre favorito que Jesús se daba a sí mismo. Según los evangelios, él se refirió a sí mismo como el Hijo del Hombre más de ochenta veces. Las demás personas nunca se dirigieron a él usando este título. Jesús, sin duda, eligió este nombre especial con un propósito en mente. Esta expresión idiomática era común en el Antiguo Testamento. Con una sola excepción: siempre fue usada en referencia a un ser humano.
La Biblia presenta a Jesús como un verdadero ser humano. Nació como un bebé, fue un niño que se desarrolló “en sabiduría y en estatura” (Luc. 2:40, 52), y tuvo hermanas y hermanos (Mat. 13:55, 56). Comió (Mat. 9:11), durmió (Luc. 8:23), se cansó (Juan 4:6), y tuvo hambre y sed (Mat. 4:2; Juan 19:28). También sufrió tristeza y angustia (Mat. 26:37).
Para el observador casual, Jesús parecía ser un hombre común que caminaba entre la gente como uno más en la multitud. Muchos de sus contemporáneos no reconocieron en él nada más que un hombre (Juan 7:46). La gente lo trató como a uno de ellos; se rieron de él (Luc. 8:53), lo criticaron (Mat. 11:19), se burlaron de él y lo ridiculizaron (Luc. 22:63). Para ellos, era simplemente otro ser humano.
Lamentablemente, no se dieron cuenta de que hay algo más en el título “Hijo del Hombre”. Según Daniel 7:13 y 14, “uno como un hijo de hombre” fue con las nubes del cielo “hasta el Anciano de días”, y recibió dominio, gloria y reino eternos. Los judíos identificaban a este Hijo del Hombre con el Mesías. De modo que, cuando Jesús usó este título, estaba revelando, de una manera semivelada, que él era el Mesías prometido, el Cristo encarnado.
Lee Mateo 24:30; 25:31; y 26:64. ¿Qué elementos, en las palabras de Jesús registradas en estos textos, evocan Daniel 7:13 y 14?
¿Por qué es tan importante que sepamos que Jesús era plenamente un ser humano? ¿Qué repercusiones tiene su humanidad para nuestra salvación? ¿Qué implicaciones tiene en nuestra vida cristiana práctica, especialmente en nuestras batallas con la tentación y el pecado?