“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”
Juan 3:16.
La salvación es un don de Dios
En Juan 3:16 se usan dos verbos para describir lo que Dios hizo por nuestra salvación. ¿De qué modo se relacionan esos verbos entre sí? ¿Qué revelan respecto del origen de nuestra salvación?
El verbo “amar”, especialmente en la forma en que se usa en la actualidad, es totalmente inadecuado para expresar la profundidad del interés intenso y abnegado expresado en el verbo griego agapaō , “amar”. En el Nuevo Testamento, este término y el sustantivo relacionado, agapē (“amor”) revelan el constante y profundo amor de Dios hacia sus criaturas, que son totalmente indignas de ese amor. El amor es el atributo por excelencia del carácter de Dios. Él no solo nos ama, sino también él es amor (1 Juan 4:8).
El amor de Dios no es un impulso basado en sus sentimientos o preferencias. Su amor no es selectivo ni depende de lo que hacemos. Dios ama al mundo, es decir, a todos los seres humanos, incluyendo a aquellos que no lo aman a él.
El verdadero amor se conoce por las acciones que genera. A veces, como seres humanos, podemos decir que amamos a alguien mientras que nuestras acciones demuestran lo contrario (1 Juan 3:18). No ocurre así con Dios. Su amor se refleja en sus acciones. Por amor, dio a su único Hijo para nuestra salvación. Y, al hacerlo, nos dio todo lo que tenía.
Lee Lucas 18:9 al 14. ¿Qué nos enseña esta historia acerca de cuál debería ser nuestra actitud respecto de Dios y su gracia?
Posiblemente, hemos leído tantas veces esta parábola que no nos sorprende el veredicto de Jesús: “Os digo que éste (el publicano) descendió a su casa justificado antes que el otro” (Luc. 18:14). Sin embargo, los que oyeron a Jesús cuando pronunció estas palabras probablemente quedaron asombrados. ¿No era ese un final injusto?
Sí, era completamente inmerecido. Así es la salvación. Es un regalo de Dios. Los regalos no se ganan, simplemente se aceptan. No podemos comprar la salvación, solo recibirla. Aunque Jesús usó muy poco el término “gracia”, claramente enseñó que la salvación es por gracia; y gracia es recibir lo que no merecemos.
Si Dios te diera lo que mereces, ¿qué sería, y por qué?