“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”

Juan 3:16.

La iniciativa de Dios en la salvación

lunes 21 de julio, 2014

Una simple lectura de los evangelios muestra que debemos nuestra salva­ción totalmente a Dios. Jesús no vino a este mundo porque lo invitamos, sino porque el Padre, por amor a nosotros, lo envió. La iniciativa del Padre está confirmada por el uso frecuente que hizo Cristo de la frase "el que me envió" o "el Padre que me envió" (Juan 7:29; 8:29; 12:49).

¿Qué más hace el Padre por nuestra salvación, según Juan 6:44?

A pesar de que somos pecadores y no amamos a Dios, él nos amó y proveyó los medios para que nuestros pecados fueran perdonados mediante su Hijo (1 Juan 4:10). Este amor maravilloso nos atrae a él.

Además del Padre, el Hijo también tiene un rol fundamental en nuestra sal­vación. Vino con una misión específica: "El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido" (Luc. 19:10). Cada vez que lo contemplamos clavado en la cruz, nos atrae a sí mismo (Juan 12:32).

¿Cuán lejos está dispuesto a ir el Señor en sus esfuerzos por salvar­nos? Lucas 15:3-10.

Estas dos parábolas gemelas muestran que Dios no está esperando pasi­vamente que vayamos a él, sino que sale a buscarnos. No importa si estamos extraviados en un lugar peligroso y lejano, o estamos perdidos en casa, el Señor nos busca incansablemente hasta encontrarnos.

"Tan pronto como se extravía la oveja, el pastor se llena de pesar y ansiedad. Cuenta y recuenta el rebaño, y no dormita cuando descubre que se ha perdido una oveja. Deja las 99 dentro del aprisco y va en busca de la perdida. Cuanto más oscura y tempestuosa es la noche, y más peligroso el camino, tanto mayor es la ansiedad del pastor y más ferviente su búsqueda. Hace todos los esfuerzos posibles por encontrar a esa sola oveja perdida.

"Con cuánto alivio siente a la distancia su primer débil balido. Siguiendo el sonido, trepa por las alturas más empinadas, y va al mismo borde del precipicio con riesgo de su propia vida. Así la busca, mientras el balido, cada vez más débil, le indica que la oveja está por morir. Al fin es recompensado su esfuerzo; encuentra la perdida" PVGM 146, 147