“Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”

Santiago 1:12

EL PECADO

lunes 13 octubre, 2014

Lee Santiago 1:13 al 15. ¿Cuándo una tentación llega a ser pecado?

Se usan varias palabras griegas para describir cómo comienza el pecado, todas conectadas con dar a luz. Cuando se nutre un deseo equivocado, el pecado “es concebido”, como un bebé. Y el pecado, cuando ha crecido, da a luz la muerte (Sant. 1:15).

El cuadro es paradójico. El proceso que debe dar vida resulta en muerte (comparar con Rom. 7:10-13). El pecado, como el cáncer, se adueña del cuerpo y lo consume. Todos lo sabemos, porque todos fuimos arruinados por el pecado. Nuestros corazones son malos, y no podemos cambiarlos.

Lee Génesis 3:1 al 6. La experiencia de Eva ilustra vívidamente el conflicto con el pecado. ¿Qué pasos la condujeron al pecado?

El pecado comienza con desconfiar de Dios. Satanás usa el mismo método con el cual engañó a un tercio de los ángeles (Apoc. 12:4, 7-9): puso dudas en Eva acerca del carácter de Dios (Gén. 3:1-5). Acercarse al árbol prohibido no era pecado, pero tomar y comer su fruto sí lo era. Pensamientos equivocados tal vez precedieron su acto (Gén. 3:6). Ella adoptó las sugerencias de Satanás como propias.

El pecado siempre comienza en la mente. Como Eva, podemos pensar en sus supuestos “beneficios”. Luego, la imaginación y los sentimientos se hacen cargo, y pronto caemos en pecado.

A menudo nos preguntamos cómo pudo suceder. La respuesta es fácil: nosotros dejamos que sucediera. Nadie nos forzó a pecar. “Por la oración ferviente y una fe viviente, podemos resistir los asaltos de Satanás y mantener nuestros corazones sin mancha de contaminación.

“La tentación más poderosa no es una excusa para pecar. Por grande que sea la presión sobre el alma, la transgresión es siempre un acto nuestro. Ni la tierra ni el infierno tienen poder para obligar a ninguno a pecar. La voluntad tiene que consentir, el corazón tiene que ceder, o la pasión no puede sobreponerse a la razón; ni la iniquidad, triunfar sobre la justicia”

ST, “Christian Privileges and Duties”, 4 de octubre de 1883

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