"Humillaos delante del Señor, y él os exaltará" (Sant. 4:10)

CAUSA DE GUERRAS Y CONFLICTOS

martes 18 noviembre, 2014

“¿De dónde surgen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que luchan dentro de ustedes mismos?” (Sant. 4:1, NVI; comparar con Gál. 5:17.)

Los versículos iniciales de Santiago 4 describen a los creyentes heridos por amargas contiendas internas. Hay una causa interior de las peleas exteriores en la iglesia: el anhelo de placeres (la palabra griega aquí usada, es aquella de la cual deriva nuestra palabra “hedonismo”). Estos deseos pecaminosos, que Pablo llama “la carne”, están haciendo una guerra activa contra nuestras motivaciones espirituales más elevadas. La vida cristiana involucra una batalla larga que, si no está gobernada por “la sabiduría que es de lo alto” (Sant. 3:17), se derrama sobre la iglesia misma y provoca traumas espirituales entre los creyentes.

Lee Santiago 4:2 y 3. ¿Qué deseos pecaminosos específicos se mencionan, y cómo afectan a la iglesia?

Estos versículos contienen referencias directas a los Diez Mandamientos: “Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar” (Sant. 4:2). Las referencias al problema de la envidia, la codicia y las pasiones (comparar con Sant. 3:14, 16) reflejan una perspectiva similar a la que expresó Jesús en el Sermón del Monte, en el que se consideran las motivaciones interiores, y no solo las acciones exteriores. Por lo tanto, la referencia a asesinar incluye la ira, en un sentido más amplio. Las primeras congregaciones probablemente no se mataban entre sí. Por otro lado, como nos cuenta el libro de los Hechos, hubo ocasiones, particularmente en Jerusalén, cuando la traición podía haber conducido fácilmente al arresto y muerte de los miembros de la iglesia.

“El amor a sí mismo es lo que trae inquietud. Cuando hayamos nacido de lo Alto, habrá en nosotros el mismo sentir que hubo en Jesús, el sentir que lo indujo a humillarse a fin de que pudiésemos ser salvos. Entonces no buscaremos el puesto más elevado. Desearemos sentarnos a los pies de Jesús y aprender de él”

DTG, p. 298

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