“Uno solo es el dador de la Ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?
Santiago 4:12
EL LEGISLADOR ES JUEZ
Todas las leyes del Antiguo Testamento provienen de Jesús. A veces se las llama las leyes de Moisés porque él las transmitió (2 Crón. 33:8; Neh. 10:29), pero Jesús fue quien guio a los israelitas por el desierto y pronunció los Diez Mandamientos en el monte Sinaí (ver 1 Cor. 10:1-4). En el Sermón del Monte, Jesús clarificó y amplió la Ley. El “Verbo fue hecho carne” (Juan 1:14), y por su Palabra seremos juzgados (Juan 12:48).
Lee Santiago 4:12. ¿Qué nos enseñan los siguientes versículos acerca de Jesús como nuestro Juez? Isa. 33:22; 11:1-5; Heb. 4:15, 16; Apoc. 19:11-16.
Solo alguien que conoce muy bien la ley tiene la capacidad de juzgar si esta ha sido transgredida o no. Los legisladores estudian durante muchos años antes de rendir los exámenes finales de su carrera, que prueban si están listos para comenzar a practicar abogacía. Los escribas en el tiempo de Jesús (muchos de ellos eran fariseos) estudiaban diligentemente, y no solo las leyes de Moisés sino también las tradiciones legales acumuladas. El hecho de que Jesús no estuviera de acuerdo con muchas de esas tradiciones resultó en conflictos serios con los dirigentes. Pero, como él dio esas leyes, estaba bien capacitado para explicar lo que significaban y evaluar si se las había transgredido o no. Así, cuando venga otra vez, dará su recompensa a todos de acuerdo con sus obras (Apoc. 22:12). Además, al tomar la naturaleza humana, vivir una vida sin pecado, morir en nuestro lugar y levantarse victorioso sobre la muerte, Jesús puede salvarnos del pecado.
“Dios encomendó todo el juicio al Hijo porque sin duda él es Dios manifestado en carne.
“Dios decidió que el Príncipe de los sufrientes entre los humanos fuera el Juez de todo el mundo. El que vino desde las cortes celestiales a salvar al hombre de la muerte eterna [...] el que se sometió a comparecer ante un tribunal terrenal y sufrió la ignominiosa muerte de cruz, solo él ha de pronunciar la sentencia que determine la recompensa o el castigo”
MSV, p. 339
Tanto como dador de la Ley como salvador, Cristo está bien capacitado para ser nuestro juez.
Recibiremos castigo o recompensa, uno u otra. ¿Cuál es nuestra única esperanza para recibir la recompensa?