“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia” Jer. 31:3

El Evangelio en Pablo

martes 23 diciembre, 2014

Como muchos, Pablo creía estar en una buena situación espiritual. Pero, entonces vio a Jesús como el “Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál. 2:20). De repente, se vio perdido; no como siervo de Dios, sino como enemigo de Dios; no justo, sino el principal de los pecadores. Las escamas cayeron de sus ojos al leer el Antiguo Testamento. La revelación per sonal de Dios a él, y con las Escrituras, transformó su corazón y cambió su vida. No entenderemos las epístolas de Pablo hasta que reconozcamos estos hechos básicos que las produjeron.

Lee 2 Corintios 3:14 al 16, y luego los versículos 2 al 6. ¿Qué identifica Pablo como el paso vital?

El significado del Pacto Antiguo resulta claro únicamente “cuando se con viertan al Señor” (vers. 16). Jesús es el camino de salvación. Todo comienza y termina con él. Israel –al confiar en su obediencia, como Pablo antes de su con versión- veía el pacto antiguo como un ministerio de muerte. ¿Por qué? Porque “todos pecaron” (Rom. 3:23), incluyendo a Israel, y los mandamientos solo podían condenarlos (2 Cor. 3:7). En contraste, los creyentes en Corinto eran “carta de Cristo [...] escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra sino en tablas de carne del corazón” (2 Cor. 3:3).

Lee Romanos 1:16 y 17; y 3:24 al 26. ¿Cómo define Pablo el evangelio? ¿Qué recibimos por medio de Cristo por fe?

El evangelio es el poder de Dios para salvar “a todo aquel que cree”. La justicia se basa en lo que Cristo hizo por nosotros –no en lo que hacemos–, y que reclamamos por fe. Esta creencia crece “por fe y para fe” (Rom. 1:17). Pablo desarrolla esto en Romanos, pero el núcleo se encuentra en el capítulo 3. Por medio de Cristo, tenemos redención (Dios nos volvió a comprar y pagó por nuestros pecados), justificación (nos libró de la culpa y purificó por gracia) y perdón (Dios nos aceptó otra vez y “se olvida” de nuestros pecados pasados). Es sorprendente: Dios, por el sacrificio de Cristo, se demuestra justo al justificar a los injustos que pusieron su fe en Jesús.

Más de ESU