“Jehová me poseía en el principio, ya de antiguo, antes de sus obras” Prov. 8:22
La Sabiduría y la Creación
Lee Proverbios 8:22 al 31. ¿De qué modo la sabiduría se relaciona con la creación?
En estos textos, la sabiduría se relaciona misteriosamente con Dios como Creador. Este poema comparte muchas palabras con el informe de la creación de Génesis 1 y 2, y aun refleja su estructura literaria, organizada alrededor de los tres elementos básicos: el cielo, el agua y la tierra. La intención de este paralelo es enfatizar la principal credencial de la sabiduría: si Dios mismo usó la sabiduría para crear, si la sabiduría es la herramienta más antigua, aun más antigua que el mismo universo, y por ello fundamental para su existencia, nosotros tendríamos que usar mucho más la sabiduría en todo lo que hacemos en la vida.
Aquí se hace un fuerte énfasis en el origen divino de la “sabiduría”. La primera palabra del poema es Yahweh, quien “poseía” (segunda palabra) la sabiduría. El término hebreo qanáh, traducido como “poseía” en la versión RVR, tiene la connotación de “engendrar”, en vez de “crear” (ver Deut. 32:6; Gén. 4:1). El siguiente término es la palabra técnica que, en el Génesis, se asocia con la creación: reshít (“principio”), y se encuentra en Génesis 1:1: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”.
No obstante, la palabra “principio” en Proverbios 8:22 se emplea en forma un tanto diferente que en Génesis 1. Aquí, la palabra se relaciona con la creación, mientras que en Proverbios 8:22 se relaciona con Dios, con sus caminos (dérek), es decir, su naturaleza. De este modo, la sabiduría es parte de la naturaleza misma de Dios.
Por lo tanto, la sabiduría se encuentra en el tiempo incluso antes de la creación del universo. La existencia de la sabiduría, en ese momento en que solo Dios estaba presente, marca la antigüedad de la sabiduría como “desde la eternidad”.
Así, la sabiduría no se origina en nosotros sino, más bien, se nos revela; es algo que aprendemos, algo que se nos enseña, no la generamos nosotros. Ciertamente, caminar con nuestra propia luz es caminar en oscuridad. Se nos dice que Jesús es la “luz verdadera, que alumbra a todo hombre” (Juan 1:9). Cada hombre también la necesita.