“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” Luc. 9:23

LA SELECCIÓN DE LOS DOCE

lunes 20 de abril, 2015

El discipulado no lo hacemos nosotros. Es el resultado de responder al lla- mado de Jesús. Jesús ya había llamado a Pedro, a Andrés, a Juan y a Santiago (Luc. 5:11), y a Leví Mateo, el publicano (vers. 27-32). El escritor ubica la selección de los Doce en un lugar estratégico en su narración: inmediatamente después de la curación en sábado del hombre de la mano seca (Luc. 6:6-11), que llevó a los fariseos a complotar para asesinar a Jesús. El Señor sabía que era tiempo de preparar un equipo de obreros al que pudiera entrenar para la tarea más allá de la Cruz.

Lee Lucas 6:12 al 16 y 9:1 al 6. ¿Qué enseñan estos versículos acerca del llamado de los doce apóstoles?

Entre las multitudes que lo seguían, había muchos discípulos que lo hacían como los estudiantes siguen a un maestro. Pero, Cristo debía hacer más que enseñar: debía edificar una comunidad de redimidos, una iglesia para llevar su mensaje salvador a toda la Tierra. Para eso, necesitaba más que discípulos. “Escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles” (Luc. 6:13). “Apóstol” significa alguien enviado con un mensaje especial para un propósito especial. Lucas usa la palabra seis veces en su Evangelio, y más de 25 en He- chos (mientras que Mateo y Marcos la usan una sola vez cada uno).

Los Doce fueron elegidos no por su educación, recursos económicos, situación social, eminencia moral o algo que los distinguiera para ser elegidos. Eran hombres comunes: pescadores, recolectores de impuestos, un zelote, uno que dudaba y uno que resultó ser un traidor. Fueron llamados para ser embajadores del Rey y de su Reino.

“Dios toma a los hombres tales como son, con los elementos humanos de su carácter, y los prepara para su servicio, si quieren ser disciplinados y aprender de él. No son elegidos porque sean perfectos, sino a pesar de sus imperfecciones para que, mediante el conocimiento y la práctica de la verdad, y por la gracia de Cristo, puedan ser transformados a su imagen” DTG 261

Afrontémoslo: no somos perfectos, ni los demás en la iglesia lo son. Todos es- tamos en el proceso de crecer (aun si los demás parecen crecer más lento de lo que nos gustaría). ¿Cómo aprendemos a trabajar con otros y aceptarlos tales como son?