“El día de reposo [sábado] fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo [sábado]. Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo [sábado]” Mar. 2:27, 28

CURACIONES EN SÁBADO EN CAPERNAUM

martes 28 abril, 2015

El rechazo en Nazaret envió a Jesús de regreso a Capernaum, donde ya había ministrado antes (Mat. 4:13). Esta importante ciudad llegó a ser la base del ministerio de Jesús en Galilea. En esta ciudad había una sinagoga, tal vez construida por un oficial romano (Luc. 7:5), y Jesús, como era su costumbre, fue allí el sábado.

En este solo sábado, el ministerio de Jesús cubrió una amplia variedad de actividades: enseñanza, curación, predicación. No se dice nada sobre del tema del que Jesús predicó, pero la reacción del pueblo fue de asombro: “porque su palabra era con autoridad” (Luc. 4:32). Su enseñanza contrastaba con la de los rabíes. No eran sencillos paliativos. Eran palabras predicadas con autoridad, arraigadas en la Escritura, presentadas con el poder del Espíritu Santo; un mensaje que llamaba al pecado por su nombre correcto, y rogaba a los oyentes que se arrepintieran.

Lee Lucas 4:31 al 37. ¿Qué verdades poderosas se revelan en estos versículos acerca de 1) la gran controversia, 2) la realidad de los demonios, 3) el propósito del sábado, y 4) el poder de Dios sobre el mal? ¿Qué más puedes hallar allí?

En Lucas 4:31 al 41 tenemos la primera de las cinco curaciones realizadas en sábado que registra Lucas (ver Luc. 4:38, 39; 6:6-11; 13:10-16; 14:1-16). En el sermón de Nazaret, Jesús anunció que su misión era aliviar, sanar y restaurar a los de corazón quebrantado y a los oprimidos. Aquí en Capernaum, en sábado, cuando la sinagoga estaba llena de adoradores, el hombre poseído por demonios confrontó a Jesús con una confesión: “Déjanos [...] Jesús nazareno [...]. Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios” (Luc. 4:34). El demonio, siendo un miembro de la hueste satánica y, como tal, un ser sobrenatural, fue rápido en reconocer al Salvador encarnado. En este informe, el velo entre lo visible y lo invisible se había descorrido.

Piensa en cuán abiertamente se mostró aquí la gran controversia. ¿De qué manera ves que se desarrolla en tu propia vida? ¿Cuál es tu única esperanza de victoria en esta batalla? Lee también 1 Corintios 15:2.

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