“El día de reposo [sábado] fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo [sábado]. Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo [sábado]” Mar. 2:27, 28
EL SEÑOR DEL SÁBADO
Lucas 6:1 al 11 proporciona dos informes del trato de Jesús con los fariseos acerca del sábado.
Lee la primera historia en Lucas 6:1 al 5. ¿De qué modo enfrentó Jesús la acusación de que él y sus discípulos descuidaban la Ley y el sábado?
Mientras caminaban a través de un campo, los discípulos arrancaron algunas espigas, las frotaron en las palmas y comieron los granos. Pero, los fariseos desfiguraron los hechos para acusar a los discípulos de quebrantar el mandamiento del sábado. Jesús respondió con la historia, y dirigió a los fariseos hacia el rey David, quien, cuando tuvo hambre, entró en la Casa de Dios con sus soldados y todos comieron los panes de la proposición, que podían comer solamente los sacerdotes. Al hacer esto, Jesús estaba señalando cómo los fariseos, mediante una larga historia de legalismo, habían acumulado regla tras regla, tradición sobre tradición, y habían transformado así el sábado, del gozo que debía producir, a ser en cambio una carga.
Lee la segunda historia, en Lucas 6:6 al 11. ¿Qué lecciones acerca del sábado se encuentran aquí?
Aunque los evangelios sinópticos cuentan esta historia, solo Lucas nos dice que la mano que se había secado era la derecha. El detalle adicional que da el Dr. Lucas nos ayuda a comprender el impacto que esta deficiencia física debió de haber tenido sobre la capacidad del hombre de vivir una vida normal. La ocasión promovió dos reacciones: primera, los fariseos esperaban acusar a Jesús de quebrantar el sábado si él sanaba al hombre. Segunda, Jesús leyó sus corazones, y demostró que él es el Señor del sábado, que lo creó y que él no dejará de cumplir su misión de librar al hombre de la esclavitud del pecado. De este modo, él puso la observancia del sábado en la perspectiva divina: es lícito hacer el bien en sábado y salvar vidas (Luc. 6:9-11).
Piensa en cuán enceguecidos estaban estos dirigentes por sus propias reglas y reglamentos que pensaban que eran los de Dios. ¿De que forma podemos asegurarnos de no caer en la misma trampa de permitir que tradiciones y enseñanzas humanas nos cieguen frente a las verdades divinas?