“Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús [...]. No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” Gál. 3:26-28
MUJERES DIERON LA BIENVENIDA A JESÚS
Solo Lucas registra la reacción de ciertas mujeres frente a la maravilla de la historia cósmica: que el Hijo de Dios tomara carne humana para completar la misión redentora del Padre y cumpliera las esperanzas mesiánicas de su pueblo. Aunque estas mujeres no comprendieron plenamente lo que estaba sucediendo, sus palabras y sus reacciones respecto de estos eventos asombrosos revelaron su fe y su asombro por las obras de Dios.
Lee, en Lucas 1:39 al 45, el encuentro entre Elisabet y María. ¿Qué dice Elisabet que revela su comprensión, aunque fuera limitada, de los grandes eventos que estaban sucediendo?
Después de que Elisabet habló, María siguió con sus propias palabras (Luc. 1:46-55). A menudo se entienden como un canto, pero estas palabras están llenas de fragmentos del Antiguo Testamento, testificando que María era una estudiante devota de las Escrituras, y por ello adecuada para ser la madre de Jesús. El canto de María está basado no solo en las Escrituras, sino también en una profunda relación con Dios. Una identidad emerge entre su alma y su Señor, y entre su fe y la esperanza de Abraham.
Lee Lucas 2:36 al 38. ¿Qué verdades importantes ven la luz en la historia de Ana en el Templo?
La esperanza expectante encuentra su cumplimiento fundamental en Jesús. Una anciana viuda reconoce el milagro y, desde entonces, ella estableció como su misión compulsiva proclamar al Salvador ante todos los que iban al Templo. Ella llegó a ser la primera mujer predicadora del evangelio.
Trata de imaginar el asombro y la admiración de estas mujeres ante los eventos que se desarrollaban alrededor de ellas. ¿Qué podemos hacer para ayudar a mantener vivos en nuestros corazones el asombro y la admiración de las grandes verdades que se nos ha llamado a proclamar?