“Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se abrirá” Luc. 11:9, 10

LA ORACIÓN MODELO: 1A PARTE

martes 12 mayo, 2015

Lee Lucas 11:1 al 4. ¿De que forma estos versículos nos ayudan a entender el modo en el que actúa la oración?

“Padre” es la manera favorita de Jesús de describir a Dios, y se registra así por lo menos 170 veces en los cuatro evangelios. Al dirigirnos a Dios como a nuestro Padre, reconocemos que Dios es una Persona, capaz de tener la relación más íntima con los humanos. Dios es tan personal, tan real, tan amante y tan interesado como un Padre humano. Pero, él es el Padre en el cielo. Es diferente de nuestro padre terrenal, porque él es omnipotente, omnisciente, omnipresente y perfectamente santo.

“Padre que estás en los cielos” es una frase que nos recuerda para siempre que Dios es santo y personal, y que el cristianismo no es una idea filosófica ni un concepto panteísta de un dios que es todo.

“Santificado sea tu nombre” (Luc. 11:2). Aquí tenemos otro recordativo de la santidad de Dios. Los que afirman seguir al Señor deben santificar su nombre en palabras y en hechos. Pretender seguirlo y, no obstante, pecar contra él es profanar ese nombre. Las palabras de Jesús en Mateo 7:21 al 23 pueden ayudarnos a comprender mejor lo que significa santificar el nombre de Dios.

“Venga tu reino” (Luc. 11:2). Los evangelios se refieren al Reino de Dios unas 100 veces: cerca de 40 en Lucas, unas 50 en Mateo, 16 en Marcos y 3 en Juan. Es lo que Jesús vino a revelar y establecer, tanto en la realidad presente del reino de gracia y en la promesa futura del reino de gloria. Sin entrar en el primer reino, no habría entrada en el segundo, y es el deseo del Salvador que sus discípulos experimenten el primero esperando el segundo.

“Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Luc. 11:2). La voluntad de Dios se reconoce y obedece en el cielo. Jesús toma ese hecho y lo convierte en la esperanza de que esa voluntad también suceda en la Tierra. “En la Tierra” sugiere no una generalidad, sino una particularidad. Sea hecha la voluntad de Dios sobe la Tierra, pero que comience con nosotros, con cada uno de nosotros, personalmente.

¿Conoces al Señor o solo acerca de él? ¿De qué maneras tu vida de oración te lleva más cerca de él?

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