“Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se abrirá” Luc. 11:9, 10
LA ORACIÓN MODELO: 2A PARTE
“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (Luc. 11:3). La petición incluye la palabra danos. Sea que la palabra la pronuncie un millonario o un huérfano con necesidad continua, la oración a la vez expresa dependencia y reconocimiento de confianza. Todos dependemos de Dios, y el ruego “danos” nos obliga a reconocer que Dios es la fuente de todos los dones. Él es el Creador. En él vivimos, nos movemos y somos. “Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos” (Sal. 100:3).
Dios es el Padre que nos da todo lo que necesitamos. A la luz de esta promesa, ¿qué gran seguridad puedes encontrar en Lucas 11:9 al 13?
“Y perdónanos nuestros pecados” (Luc. 11:4). El perdón está en el centro del evangelio. Sin el perdón de Dios, no tenemos salvación: “Estando muertos en pecados [...] os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados” (Col. 2:13). Quienes han experimentado el perdón de Dios deben buscar y abrazar a cualquiera que les haya hecho mal. La oración de perdonar como “también nosotros perdonamos” (Luc. 11:4) no significa que el perdón de Dios depende de que perdonemos a otros; más bien, el que seamos perdonados demanda que vivamos dentro de un círculo creciente de gracia: recibiendo la benevolencia de Dios, y extendiendo su amor y su perdón a otros que puedan habernos ofendido.
“Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal” (Luc. 11:4). Deben notarse dos hechos. Primero, la tentación no es pecado. La palabra griega para “tentación” es peirasmós. Los sustantivos griegos que terminan en –asmós normalmente describen un proceso, no un producto. Las Escrituras no consideran la tentación como un producto terminado; es un método, un proceso que se usa para lograr un determinado producto. Aunque la tentación no es pecado, ceder a ella sí lo es. Segundo, Dios no es el autor de la tentación (Sant. 1:13). Dios puede permitir que vengan tentaciones, pero él nunca tienta en el sentido de inducirnos a pecar. Por lo tanto, la oración es el reconocimiento de que Dios es la fuente de la fuerza máxima para resistir el mal.
Repasa Lucas 11:1 al 4. Piensa en los problemas que menciona. ¿De que manera tu experiencia con cada uno de esos problemas puede enriquecerse y profundizarse mediante la oración?