“He aquí que yo lo di por testigo a los pueblos, por jefe y por maestro a las naciones” Isa. 55:4

METÁFORAS DE LA MISIÓN

jueves 2 de julio, 2015

La misión es la iniciativa de Dios para salvar a la humanidad perdida; su motivación es el amor de Dios por cada uno de nosotros. No hay razón más profunda que esa. Dios envió a Cristo en una misión para traer salvación a todo el mundo. Solamente el Evangelio de Juan contiene más de cuarenta declaraciones de la dimensión cósmica de la misión de Jesús (ver, p. ej., Juan 3:17; 12:47). Como Cristo fue enviado por el Padre para salvar al mundo, él, a su vez, envió a sus discípulos: “Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes” (Juan 20:21, NVI).

Lee Mateo 5:13 y 14. ¿Cuáles son las dos metáforas que se usan aquí para la misión, y qué representan?

La sal y la luz expresan funciones centrales de la influencia cristiana sobre la humanidad. Mientras que la sal actúa internamente, uniéndose a la masa con la que entra en contacto, la luz actúa externamente, iluminando todo lo que alcanza. El término tierra, en la metáfora de la sal, se refiere a las personas con las cuales se espera que el cristiano se mezcle; y el término luz del mundo, a personas que están a oscuras y necesitan iluminación.

Dios animó a los hijos de Israel a vivir a la altura de los principios morales y las reglas de salud que les había dado. Habían de ser una luz, iluminando y atrayendo: “te di por luz de las naciones” (Isa. 49:6). Su existencia colectiva en un estado de salud, de prosperidad y de lealtad al sábado de Dios y otros mandamientos proclamaría a las naciones los actos de creación y redención de Dios. Las naciones, al ver su prosperidad, se acercarían y serían enseñados por Dios. (Por lo menos, esa era la idea.)

Cristo también habló acerca de la sal, otra forma de testificar. Por su in fluencia, los cristianos han de poner freno a la corrupción del mundo. Los incrédulos pueden ser librados de actos malos por una conciencia moral procedente de influencias cristianas. Los cristianos no solo influyen sobre el mundo corrompido por su presencia en él, sino también deben mezclarse con la gente a fin de compartir el mensaje cristiano de salvación.

Luz y sal. ¿Cuán buenos testigos son tú y tu iglesia en el mundo que los rodea? ¿Está disminuyendo la luz, está perdiendo su sabor la sal? Si es así, recuerda que el reavivamiento y la reforma comienzan contigo, personalmente.