LA CAÍDA
Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales” (Gén. 3:6, 7).
Comer una fruta pequeña no era, en sí mismo, un acto pecaminoso. Sin embargo, tenemos que considerar las circunstancias en las que lo hicieron. Adán y Eva eran agentes con libertad de elección, hechos por Dios a su imagen. Esto incluía la libertad –pero también el deber- de cumplir la voluntad de Dios. Comieron el fruto, no por una gran necesidad sino, más bien, porque eligieron hacerlo. Fue un acto de libre elección de Adán y de Eva, desafiando las instrucciones claras y específicas de Dios.
De igual manera, nosotros elegimos si seguiremos a Dios o si desafiaremos su Palabra. Dios no obliga a nadie a creer en su Palabra. Nunca nos forzará a serle obedientes, ni puede obligarnos a amarlo. Dios permite que cada uno elija qué camino seguirá. Pero, al final, debemos estar preparados para vivir con las consecuencias de esas decisiones.
Al comer de la fruta, Adán y Eva le dijeron a Dios que él no era el gobernante perfecto. Desafiaron su soberanía. Se mostraron desobedientes y, como resultado, introdujeron el pecado y la muerte en la raza humana.
“Entonces Dios el Señor expulsó al ser humano del jardín del Edén, para que trabajara la tierra de la cual había sido hecho. Luego de expulsarlo, puso al oriente del jardín del Edén a los querubines, y una espada ardiente que se movía por todos lados, para custodiar el camino que lleva al árbol de la vida” (Gén. 3:23, 24, NVI).
Adán y Eva tuvieron que dejar el Paraíso. Fue una consecuencia necesaria, pero misericordiosa. El Señor no permitiría que la humanidad rebelde tuviera acceso al árbol de la vida, lo que los haría inmortales, y que perpetuara, de ese modo, la terrible condición a la cual el pecado los había llevado. (¡Imagina cómo sería la vida eterna en un mundo lleno de dolor, sufrimiento y maldad como es el nuestro!) Adán y Eva fueron echados del hermoso jardín para trabajar un suelo menos agradable, afuera (vers. 23, 24).
En el contexto de esta lección, lee 1 Juan 2:16. ¿De qué forma se ven, en la caída, los elementos contra los cuales se nos advierte en este texto? ¿De qué manera tenemos que tratar con estas mismas tentaciones en nuestra vida?