“Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio” (Luc. 4: 27).

LA CURACIÓN DE NAAMÁN

miércoles 15 de julio, 2015

Lee 2 Reyes 5:11 al 14. ¿Qué nos enseña este informe acerca de Naamán y algunas de las lecciones que tuvo que aprender? ¿Qué podemos tomar de él para nosotros mismos?

Si el profeta Eliseo hubiera salido para encontrarse con su destacado visitante y hubiese usado algunos gestos acompañados por fórmulas mágicas y otros ritos tan comunes en las religiones paganas, Naamán no habría vacilado. Sin embargo, dos aspectos de la recepción lo molestaron. No solo el profeta no salió de su casa en persona para encontrarse con Naamán, sino también le ordenó ir al río Jordán para ser curado de su lepra.

Desde el punto de vista del protocolo, Naamán estaba en lo correcto. Eliseo debió haber salido de su casa para saludarlo. Y los ríos de Damasco eran sin duda mejores, pues eran más limpios que el barroso Jordán. No obstante, por medio de Eliseo, Dios dirigió a Naamán al Jordán, un río en Israel. Todo el proceso de curación estaba diseñado para demostrar, primero, que había un profeta del Dios verdadero en Israel; y segundo, que Dios recompensa una obediencia creyente.

El séquito de Naamán lo convenció de someterse a su nuevo y divino “comandante” y, por lo menos, hacer la prueba. Lo convenció el argumento de que, si la curación sugerida hubiera sido complicada, la habría soportado. Debió de haber sido difícil para Naamán tragarse su orgullo al haber escuchado a una niña esclava y a un profeta extranjero que le mostró poca deferencia, y finalmente obedecer a sus propios siervos. Sin embargo, estaba desesperado por sanarse.

“Él entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio” (2 Rey. 5:14).

Los requerimientos iniciales para la curación de Naamán eran creer y obedecer. Tan pronto como superó su orgullo y cumplió con la expresa voluntad de Dios de bañarse siete veces en el barroso Jordán, él fue sanado.

Lee Romanos 6:4 al 11. ¿De qué modo la historia de Naamán refleja algunos de los principios que se enseñan en estos versículos? ¿De qué manera has experimentado la realidad de una “vida nueva” en Cristo?