PABLO, EL HOMBRE
Los rasgos personales son las respuestas típicas de una persona a las circunstancias domésticas, culturales o educativas. El carácter es la combinación de rasgos, cualidades y habilidades que constituyen la clase de persona que es un individuo.
Lee Hechos 9:1; Filipenses 3:6 y 8; 1 Corintios 15:9 y 10; 1 Timoteo 1:16; Gálatas 1:14; y 2 Corintios 11:23 al 33. ¿Qué nos dicen estos pasajes acerca del carácter y la personalidad de Pablo?
Pablo era claramente un hombre de grandes convicciones y celo. Antes de su experiencia del nuevo nacimiento, usó su celo para perseguir a la iglesia primitiva. Apoyó el apedreamiento de Esteban (Hech. 7:58), tomó la iniciativa de apresar hombres y mujeres cristianos (Hech. 8:3), amenazó de muerte a los discípulos (Hech. 9:1) y organizó una incursión contra los cristianos en un país extranjero (Hech. 9:2; Gál. 1:13).
Al mismo tiempo, podemos ver cómo su celo y su fervor fueron usados para el bien, al dedicar su vida a la predicación del evangelio a pesar de increíbles desafíos y contratiempos. Solo un hombre con una dedicación total a lo que creía habría hecho lo que él hizo. Y, aunque perdió todo por Cristo, lo contó como “basura”, que viene de una palabra griega que significa “algo que es inútil”, como la basura. Pablo comprendió lo que era importante en la vida, y lo que no lo era.
El apóstol también fue un hombre humilde. En parte, sin duda, por causa de la culpa de su anterior persecución de los cristianos, se consideraba indigno de su elevada vocación. Y también, como alguien que predicaba la justicia de Cristo como nuestra única esperanza de salvación, él sabía bien cuán pecador era en contraste con un Dios santo; y ese conocimiento era más que suficiente para mantenerlo humilde, rendido y agradecido.
“Un rayo de luz de la gloria de Dios, un destello de la pureza de Cristo que penetre en el alma, hace dolorosamente visible toda mancha de pecado, y descubre la deformidad y los defectos del carácter humano. Hace patente los deseos impuros, la infidelidad del corazón y la impureza de los labios” (CC 27).
Ninguno de nosotros es inmune al orgullo. ¿De qué modo el concentrarnos en la Cruz y lo que significa debe curar a cada uno de este pecado?