“Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (Jer. 1:5).

PROFETAS REACIOS

miércoles 30 de septiembre, 2015

A pesar de la seguridad que Dios le dio a Jeremías de que había sido divinamente elegido para esta tarea, el joven estaba asustado y no se sentía a la altura de ella. Tal vez conociendo el estado espiritual de ese tiempo, que no era bueno, y sabiendo lo que se necesitaba hacer, Jeremías no quería ese trabajo.

Compara Jeremías 1:6 con Isaías 6:5 y Éxodo 4:10 al 15. ¿Qué puntos en común tienen todos estos incidentes?

Ninguno de estos hombres, por diversas razones, se sentía a la altura de la tarea. Tal vez ese fuera el prerrequisito crítico para la tarea del profeta: un sentido de la propia indignidad e incapacidad para una tarea tan vital e importante. ¿Un vocero del Creador? No es extraño que todos trataran de no aceptarlo, por lo menos al principio.

Nota también la primera respuesta de Jeremías después de haber sido llamado. De inmediato habló de su incapacidad de hablar bien, igual que Moisés. También Isaías, en su respuesta, mencionó su boca, sus labios. En todos los casos ellos sabían que, fuera de cualquier otra cosa que involucrara el llamado, este requería hablar y comunicarse. Recibirían mensajes de Dios y serían responsables de proclamar esos mensajes a otros. Hoy podrían preparar un sitio web o enviar mensajes de texto, pero ellos sabían que la comunicación a menudo sería cara a cara. Imagínate estar parado ante líderes hostiles o gente desordenada, y darles palabras de severa reprensión y advertencia. Es comprensible que estos futuros profetas fueran un tanto reacios o renuentes.

Lee Jeremías 1:7 al 10. ¿Cuál fue la respuesta de Dios a Jeremías? ¿Por qué esa respuesta nos da cierta esperanza y representa una promesa en cualquier situación en la que seamos llamados por Dios para hacer algo por él?