EL LLAMADO PARA MUERTE
Mirando atrás, desde nuestra perspectiva, es difícil creer cuán duro era el corazón del pueblo. Como vimos en la sección de ayer, el mensaje de Jeremías, aunque fuerte, estaba lleno de esperanza. Si se hubieran arrepentido, Dios habría desviado el horrible castigo que, basado en las promesas y las maldiciones del Pacto, vendría sobre ellos. Si solo hacían lo que debían hacer, si solo obedecían a Dios y lograban la bendición que trae la obediencia, todo estaría bien. Dios perdonaría, Dios sanaría, Dios restauraría. La provisión del evangelio, que finalmente vendría mediante el sacrificio de Jesús, sería suficiente para perdonar todos sus pecados y restaurarlos. ¡Qué mensaje de esperanza, promesa y salvación!
¿Cuál fue la contestación que dieron a Jeremías y su mensaje? (ver Jer. 26:10, 11).
En Israel, solo una corte legalmente reunida podía pronunciar una sentencia de muerte. Solo el voto de la mayoría de los jueces era aceptable para la sentencia de muerte. Los sacerdotes y los profetas persiguieron a Jeremías con sus acusaciones mortales. Los que se oponían a él querían presentarlo como un criminal político y como traidor.
¿Cuál fue la respuesta de Jeremías? (Jer. 26:13-15).
Jeremías no se retractó. Con la amenaza de muerte ante él, el profeta, tal vez con algún temor, no acotó una sola palabra del mensaje que había recibido de Dios, quien especialmente le había advertido al comienzo que no retuviera ninguna palabra (Jer. 26:2). De este modo, en contraste con el Jeremías que a veces estaba quejándose, llorando y maldiciendo el día de su nacimiento, aparece ahora como un hombre de Dios manteniéndose firme en sus convicciones.
¿Cuándo fue la última vez que tuviste que mantenerte fielmente, con algún costo personal, en favor de la verdad como es en Jesús? Si nunca tuviste que hacerlo, ¿cuál es el problema?