UN NUEVO REY
Un predicador dijo una vez: “Sean cuidadosos en lo que piden en oración. Puede ser que lo reciban”. Israel había pedido y anhelado un rey como tenían las naciones a su alrededor. Recibieron lo que habían pedido, y mucha de la historia de Israel después de la era de los jueces es un relato del modo en que esos reyes se corrompieron en el trono y, como resultado, corrompieron también a la nación.
No obstante, siempre hay excepciones, tales como el rey Josías, que ascendió al trono en 639 a.C. y gobernó hasta el año 608 a.C.
¿Cuál es el contexto en el que el nuevo rey llegó al trono? (Ver 2 Crón. 33:25.)
Aunque se supone que la democracia es el gobierno del pueblo, generalmente no se concebía que funcionara como en este caso. No obstante, la gente hizo conocer su voluntad, y se actuó de acuerdo con ella. El joven rey llegó al trono en una época de mucha agitación, apostasía y violencia, aun en los más altos niveles del Gobierno. Viendo lo que sucedía, muchos fieles en la tierra se habían preguntado si las promesas de Dios para el antiguo Israel se cumplirían.
“Desde un punto de vista humano, parecía casi imposible que se alcanzara el propósito divino para la nación elegida”
PR, p. 283
La ansiedad de esos fieles se expresó en las palabras del profeta Habacuc. Lee Habacuc 1:2 al 4. ¿Qué estaba queriendo decir el profeta?
Lamentablemente, la respuesta al problema de la iniquidad, la violencia, las luchas y la ilegalidad vendría desde el norte, de los babilonios, a quienes Dios usaría para castigar a su pueblo descarriado. Como ya hemos visto, no tenían por qué sufrir de esa manera; sin embargo, por cuanto rehusaron arrepentirse, afrontaron el castigo que sus pecados habían traído sobre ellos.
¿Cuán a menudo “el propósito divino”, desde el punto de vista humano, parece imposible de cumplirse? ¿Qué nos dice esto acerca de cómo necesitamos por fe extendernos más allá de lo que vemos o comprendemos plenamente?