“No hubo otro rey antes de él, que se convirtiese a Jehová de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; ni después de él nació otro igual” (2 Rey. 23:25).

LOS REINADOS DE MANASÉS Y AMÓN

domingo 15 noviembre, 2015

Por más que nos guste hablar de la objetividad, de ver las cosas como realmente son, como seres humanos somos desesperadamente subjetivos. Vemos el mundo no tanto como realmente es, sino como somos nosotros. Y, porque somos seres caídos y corrompidos, esta corrupción impactará nuestras percepciones e interpretaciones del mundo que nos rodea. Por ejemplo, ¿de qué otro modo podemos explicar a alguien como el rey Manasés de Judá (aproximadamente 686-643 a.C.) en esos primeros años de su terrible apostasía? Difícilmente podemos imaginarnos de qué manera justificaba en su mente las horribles abominaciones que permitió que florecieran en Judá.

Lee 2 Crónicas 33. ¿Qué nos dice esta historia acerca de cuán corrupto fue el rey Manasés? Más importante, ¿qué nos dice acerca de la disposición de Dios a perdonar?

Sin ninguna duda, ser arrastrado a Babilonia con ganchos y cadenas de bronce ciertamente lograría hacer que un hombre repensara su vida. Manasés se arrepintió realmente de sus caminos y, cuando fue restaurado al trono, procuró reparar el daño que había hecho; pero el daño era mayor del que pudo imaginar.

“Pero este arrepentimiento, por notable que fuese, fue demasiado tardío para salvar al reino de las influencias corruptoras de los años en que se había practicado la idolatría. Muchos habían tropezado y caído, para no volver a levantarse”

PR, p. 282

Y aún más triste fue que, entre los que fueron impactados por la apostasía de Manasés, estuvo su hijo Amón, quien ocupó el trono después de la muerte de su padre e “hizo lo malo ante los ojos de Jehová, comohabía hecho Manasés su padre; porque ofreció sacrificios y sirvió a todos los ídolos que su padre Manasés había hecho” (2 Crón. 33:22). Peor todavía, a diferencia de su padre, Amón nunca se arrepintió de sus caminos.

¿Quién no conoce personalmente las terribles consecuencias que pueden provenir aun de los pecados que fueron perdonados? ¿Qué promesas puedes reclamar para tener la victoria sobre el pecado? ¿Por qué no reclamarlas ahora, antes de que el pecado produzca sus tristes consecuencias?

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