BUSCANDO CONDUCCIÓN DIVINA
Lee Jeremías 42. ¿Qué mensaje poderoso se encuentra aquí, no solo para ellos, sino también para todo aquel que busca la conducción del Señor en oración?
Temeroso de los babilonios, el pueblo buscó a Jeremías y le pidió que orara por ellos buscando la conducción divina. Debieron de haber sabido, para ese entonces, que Jeremías era realmente un profeta de Dios y que lo que él hablaba en nombre del Señor sucedería.
Ellos también prometieron que harían lo que Dios les pidiera o mandara a hacer. Así, vemos a un pueblo que parece haber aprendido su lección, que quería no solo saber cuál era la voluntad de Dios sino, más importante, hacerla. Las palabras: “Sea bueno, sea malo, a la voz de Jehová nuestro Dios al cual te enviamos, obedeceremos, para que obedeciendo a la voz de Jehová nuestro Dios nos vaya bien” (Jer. 42:6) fueron una poderosa confesión de fe. Después de todo lo que había sucedido, ya era hora.
Nota el paralelo aquí con los anteriores mensajes de Jeremías: “No confíen en poderes extranjeros. Confíen en el Señor, y él los prosperará y los librará en el momento correcto. La salvación no viene de ninguna otra parte ni de ningún otro. Los poderes extranjeros no los ayudaron antes y no los ayudarán ahora”.
Dios tiene que amonestarlos porque él conoce la tendencia de sus corazones: sabe que están pensando en volver a Egipto (reflexiona en el simbolismo) a fin de buscar la protección que necesitan. Así, Dios les dio mandatos muy claros y específicos: no hacer eso, pues tal curso de acción traerá ruina sobre ellos.
Otra vez, esta es una elección difícil, la decisión que todos enfrentamos: la vida y la paz mediante la fe y la obediencia a Jesús o la miseria y la muerte por falta de fe y de obediencia. No importan las circunstancias diferentes, al fin, el problema es el mismo para todos nosotros. A diferencia de este pueblo, no siempre se nos dan las advertencias tan específicas y tan claramente expresadas; pero se nos han dado advertencias, de todos modos.
La vida o la muerte, la bendición o la maldición. ¿Qué clase de elecciones estás haciendo, cada día, ya sea para vida o para muerte?