VOLVER A EGIPTO
Si no lo has leído por adelantado, Jeremías 42 podría ser muy emocionante. ¿Qué hará la gente? ¿Mostrará fe, una fe que se revela en la obediencia, y permanecerá en Judá? ¿O cometerá el mismo error que en lo pasado y, en vez de seguir el claro “así dice Jehová”, hará lo que quiera a pesar de la clara advertencia de Dios en los últimos versículos del capítulo 42 acerca de lo que les espera si vuelven a Egipto?
Lee Jeremías 43:1 al 7. ¿Qué hicieron ellos?
Cuando la Palabra de Dios no concuerda con nuestras intenciones o deseos, tendemos a tener dudas acerca de su origen divino. Esto es lo que el pueblo y los dirigentes hicieron con Jeremías. En Israel solo cambiaron las circunstancias, pero el pueblo siguió siendo el mismo en su manera de pensar y en sus corazones. Se excusaron del voto atacando a Jeremías. Sin embargo, no queriendo atacar al anciano profeta directamente, le echaron la culpa a Baruc, su amigo y a veces su escriba, y volvieron su ira contra él, pretendiendo que él había hecho que el profeta estuviera en contra de ellos.
Lee Éxodo 16:3 y Números 16:13. ¿Qué semejanzas existen entre lo que el pueblo le dijo a Jeremías y lo que sus antepasados le dijeron a Moisés?
La naturaleza humana siempre busca a quién echarle la culpa de sus problemas, o una excusa para hacer lo que quiere. De este modo, por alguna razón, Baruc fue acusado de querer que todos sus conciudadanos murieran a manos de los babilonios o fueran llevados en exilio a ese país. Jeremías 43:1 al 7 no dice por qué la gente pensó que Baruc quería que esto sucediera, como tampoco la Escritura explica por qué los hijos de Israel pensaron que Moisés quería que murieran en el desierto después de que salieron de Egipto. La gente, esclava de emociones y pasiones, puede no tener buenas razones para su manera de pensar. ¡Qué importante es que mantengamos nuestras emociones y pasiones sometidas al Señor!
¿Cuán a menudo permitimos que los sentimientos y las pasiones oscurezcan nuestro juicio o incluso anulen un claro “así dice Jehová”? ¿Cómo podemos protegernos para no permitir que nuestras emociones y deseos nos dominen? (Ver 2 Cor. 10:5)