“He aquí vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra” (Jer. 23:5).

EL CREPÚSCULO DE LOS ÍDOLOS

miércoles 23 diciembre, 2015

¿Cuál fue uno de los grandes pecados que el pueblo cometió, y con el que Jeremías tuvo que luchar constantemente? (Jer. 10:1-15).

Es interesante notar en estos textos no solo la forma en la que el profeta muestra cuán vanos e inútiles son los ídolos, sino cómo los contrasta con el Dios vivo. Estos dioses son impotentes, inútiles, vacíos y falsos; ¡qué contraste con el Señor que hizo los cielos y la Tierra! Él permanecerá para siempre, mientras que estos ídolos desaparecerán para siempre. Por ello, ¿a quién debemos adorar y dedicar nuestra vida: a lo que es débil, falso, vano e impotente o a Dios, cuyo poder es tan grande que creó y sostiene el universo? La respuesta, por supuesto, es obvia.

Sin embargo, por obvia que sea la respuesta, el hecho es que también corremos el peligro de caer en la idolatría. Aunque hoy no adoremos la misma clase de ídolos que los del tiempo de Jeremías, nuestra vida moderna está llena de falsos dioses. Estos ídolos modernos pueden ser cualquier cosa que amemos más que a Dios; cualquier cosa que “adoremos” (y adorar no siempre significa cantar y orar) llega a ser nuestro dios, y somos culpables de idolatría.

¿Cuáles son algunas de las cosas a las que estamos en peligro de convertir en ídolos? Cosas como dispositivos digitales, dinero, fama, incluso otras personas. Haz una lista de esos ídolos potenciales y luego pregúntate: ¿qué salvación real ofrecen?

Por supuesto, sabemos intelectualmente que ninguna de estas cosas es digna de adoración. Sabemos que, al final, nada que este mundo nos ofrece, nada que constituyamos en un dios, puede satisfacer nuestra alma ni, ciertamente, nos podrán redimir. Si bien sabemos todas estas cosas, a menos que seamos cuidadosos, a menos que mantengamos ante nosotros a Jesús y lo que hizo por nosotros, podemos ser fácilmente arrastrados a una forma moderna de idolatría contra la que Jeremías peleó tanto.

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