“He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho” (Gén. 28:15).

JACOB Y ESAÚ

miércoles 13 enero, 2016

La lucha entre los propósitos de Dios y la rebelión individual se muestra también en la historia de Jacob y de Esaú. En la antigüedad, era costumbre que el hijo mayor (el primogénito) recibiera la bendición del padre antes de la muerte de éste. El primer hijo recibía la mayor parte de la riqueza de la familia y pasaba a ser responsable por el bienestar de la familia.

Esaú odió a su hermano después que éste lo despojara con engaño de ese gran honor, e hizo planes para matarlo después de que su padre muriera (Gén. 27:41). Rebeca lo hizo marchar para protegerlo, pensando que todo estaría bien después de unos pocos días (vers. 43, 44). Los pocos días se volvieron veinte años, y Rebeca nunca más vio a Jacob.

Lee Génesis 28:12 al 15. ¿Qué gran esperanza encontró Jacob en este sueño?

Al repetir las promesas hechas a Abraham, Dios le estaba asegurando a Jacob que los planes seguían vigentes. Aun cuando Jacob parecía ignorarlos, Dios todavía estaba allí para él. Sin embargo, Jacob tuvo que soportar veinte años de ser engañado por su suegro, primero con su casamiento y luego con su salario (Gén. 29:20, 23, 25, 27; 31:7). No obstante, en un giro imprevisto, todos esos años de servir por su esposa le parecieron unos pocos días, el mismo tiempo que Rebeca pensó que Jacob estaría lejos (Gén. 29:20).

Cuando Jacob decidió volver a su casa, primero lo persiguió Labán (Gén. 31:25, 26), y luego Esaú salió a su encuentro con cuatrocientos hombres. Ambas situaciones amenazaban su vida, y Dios tuvo que liberarlo dos veces: primero con un sueño dado a Labán, para que no hiciera daño a Jacob (vers. 24); luego en persona, para luchar con Jacob y herirlo (Gén. 32:24-30). El ver a Jacob, cojeando apoyado en un bastón, podría haberle sugerido a Esaú que su hermano ya no era una amenaza. Los regalos enviados por Jacob y la manera cuidadosa en que habló parecieron suficientes para sanar la ruptura entre los dos hermanos. Lo último que sabemos de ellos juntos fue cuando sepultaron a su padre (Gén. 35:29); y cualquier plan previo de Esaú de matar a Jacob después del funeral estaba ahora olvidado.

Considera el dolor y el sufrimiento que las elecciones necias trajeron a estas personas, tanto a los inocentes como a los culpables. ¿Cómo podemos aprender a pensar, pensar, pensar y pensar antes de actuar?

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