“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mat. 11:28).

MUCHAS CLASES DE DESCANSO

domingo 07 febrero, 2016

“Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mat. 11:29). ¿De qué forma el tomar su “yugo” nos da descanso al alma?

Esta oferta apunta a una dimensión personal en medio de la misión más amplia de Jesús, de liberar a las personas del enemigo. Sus palabras son una adaptación de Jeremías, quien promete al pueblo descanso para sus almas si regresan a la religión de sus padres, en vez de seguir en el paganismo que los rodea (Jer. 6:16).

La idea de descanso es muy rica en las Escrituras. Comienza con Dios mismo. Él descansó cuando terminó su obra de creación (Gén. 2:2). Su descanso introduce un reposo sabático que es celebrado semanalmente. El reposo también se celebraba durante el año en las fiestas anuales (p. ej., Lev. 16:31); cada siete años en el “sábado de la tierra” (Éxo. 23:11); y cada cincuenta años en el jubileo, cuando se liberaba a los esclavos y se perdonaban las deudas (Lev. 25:10).

El descanso podía apreciarse cuando Dios estaba presente con su pueblo (Éxo. 33:14), donde no había “adversarios, ni mal que temer” (1 Rey. 5:4), ni enemigos (Deut. 25:19). El reposo se gozaba en la tierra que Dios dio a su pueblo (Jos. 1:13), y cuando ellos volvieron de la cautividad y el exilio (Jer. 30:10). El reposo se compartía en hospitalidad para con los extraños (Gén. 18:4) y en el gozo de una familia estable (Rut 1:9; Prov. 29:17).

A su vez, el descanso estuvo ausente en el cautiverio (Éxo. 5:4, 5; Lam. 1:3). El reposo escapa de los impíos que, como el mar agitado, no pueden descansar (Isa. 57:20). El único reposo que tales personas pueden esperar es la muerte y el sepulcro (Job 3:11, 13, 16-18). Apocalipsis 14:11 también advierte seriamente que no habrá descanso para los que están del lado equivocado del Gran Conflicto en los últimos días.

El reposo que Jesús ofrece es muy generoso. Incluye el don del sábado, dándonos tiempo con el Creador. Cristo reconoce nuestra condición perdida y nos restaura. Y cuando caemos, todavía tenemos la certeza del descanso junto a nuestro Salvador.

¿De qué otras maneras, además del sábado, podemos gozar del descanso que Dios nos ofrece? ¿De qué modo encontramos en Jesús reposo para nuestras almas? Ver también Rom. 4:1-6.

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